La Ética del Imam Al-Kâdzim (a.s.)

Por: Bâqer Sharîf Al-Qurash.-
Traducido del árabe por: Feisal Morhell.-

El Imam Mûsâ Al-Kâdzim (a.s.) es uno de los excepcionales Imames de Ahl-ul Bait (a.s.) que iluminaron la vida intelectual y académica del Islam al desempeñar un papel positivo y especial en lo relacionado a difundir la cultura islámica y expandir las virtudes morales entre la gente. Una de sus particularidades y características esenciales era kadzm al-gaidz (contener el enfado), afrontar al mal mediante el bien, y al pecado con la indulgencia, por lo cual fue apodado Al-Kâdzim (el que contiene el enfado), el cual era el más famoso de sus apelativos.

A causa de su situación social y su wilâiah general por sobre los musulmanes, una de las responsabilidades del Imam Mûsâ (a.s.) era establecer la justicia social y política en el mundo islámico. Asimismo debía contrarrestar la opresión, la injusticia y la tiranía. Es así que efectivamente desempeñó el papel de oposición a la política del gobierno abasí, el cual era una prolongación de la injusticia y opresión de los omeyas. Es por eso mismo que fue objeto de la furia y la represión del tirano Harûn (Ar-Rashîd), quien le confinó en prisión y privó a la comunidad de gozar de su saber y conocimientos. Finalmente, terminó por asesinarle mediante un veneno fulminante, y dejó este mundo como mártir oprimido. Hemos expuesto los diferentes maltratos y opresión de los que fue objeto por parte de Harûn en nuestro libro Haiât Al-Imam Mûsâ ibn Ÿa‘far (a.s.).

En cualquier caso, lo que exponemos a continuación es lo transmitido de él con relación a su sapiencia y ética al aplicar la virtuosa moral islámica. Luego hablaremos sobre sus elevadas virtudes morales.

Las más elevadas virtudes

El Imam Mûsâ Al-Kâdzim (a.s.) delineó en muchos de sus hadices las más elevadas virtudes morales con las que el ser humano se enaltece, entre las cuales se encuentran las siguientes:

1- Anteponer la verdad

Una de las conductas éticas que encomendaba el Imam (a.s.) era anteponer la verdad. Veamos sus palabras al respecto:

“Di la verdad aunque en ello estuviera tu ruina, puesto que en realidad en ello estará tu salvación; y deja de lado la falsedad aunque la misma acarreara tu salvación, puesto que en realidad en ello estará tu ruina”.1

El Imam ordenó decir la verdad aunque ello implicara la adversidad así como ordenó desdeñar la falsedad aunque implicara el bienestar. Ese fue uno de los más trascendentes atributos en la moral del Imam Mûsâ Al-Kâdzim (a.s.).

2- Decir lo bueno

El Imam Mûsâ Al-Kâdzim (a.s.) encomendaba a sus compañeros decir lo bueno y ser considerados con las personas. Cierta vez le dijo a Al-Fadl ibn Iûnus lo siguiente:

“Haz llegar el bien, di lo bueno y no seas dúctil”.

Al-Fadl se apresuró a decir: “¿Qué es no ser dúctil?”.

– “Es que no digas: ‘Yo estoy con (lo que decide) la gente y (al fin y al cabo) soy uno más de ellos’, puesto que el Mensajero de Dios (s.a.w.) dijo: ‘¡Oh gente! Solamente hay dos senderos: el sendero del bien y el sendero del mal; así pues, que el sendero del mal no sea de más agrado para vosotros que el sendero del bien’.”2

3- Auxiliar al que solicita ayuda

El Imam (a.s.) incentivaba a los musulmanes a auxiliar a quien les solicitara ayuda, y advirtió del hecho de no responderle. Dijo: “Aquel a quien se le dirigiera un hombre de entre sus hermanos solicitándole ayuda para alguna situación y no le respondiera teniendo la capacidad para hacerlo, ciertamente que habrá cercenado la wilâiah de Dios, Imponente y Majestuoso.3

Mostrarse remiso a responder a quien solicita ayuda y dejar de auxiliarle provoca la ira de Dios, Glorificado Sea, y que se incremente su castigo.

4- Ser indulgente y promover la reconciliación

Entre las elevadas enseñanzas sobre las que el Imam (a.s.) hizo hincapié está el hecho de perdonar al que ha obrado mal y promover la reconciliación entre las personas. Dijo (a.s.):

“El Día de la Resurrección alguien clamará: ¡Que aquel que deba ser remunerado por Dios se ponga de pie!, y no se pondrá de pie sino quien haya sido indulgente y haya promovido la reconciliación.4

5- Ser buen vecino

El Imam (a.s.) puso énfasis en ser benevolente con el vecino y ser paciente por lo malo que pudiera surgir de él. Dijo (a.s.):

“Ser buen vecino no es (solamente) no ocasionar molestias, sino que ser buen vecino es tener paciencia por la molestia (ocasionada)”.5

¿Veis cómo miraba al vecino con benevolencia y beneplácito a pesar de lo que pudiera surgir de él, y de esa manera reafirmaba los vínculos islámicos?

6- Visitar a los hermanos

El Imam (a.s.) ordenó la camaradería y el afecto entre los hermanos para de esa manera propagar el amor y el cariño entre ellos. Dijo (a.s.): “Si alguien por la causa de Dios, Glorificado Sea, y no por otra razón visita a su hermano el creyente, procurando con ello la recompensa de Dios, Glorificado Sea, Dios encarga a setenta mil ángeles que se ocupen de él desde que sale de su casa hasta que vuelve, en tanto le aclaman diciendo: ¡Sabe que te has comportado de modo admirable y el Paraíso se ha vuelto excelente para ti! Te has asignado una morada en el Paraíso”.6

Dios, Glorificado Sea, dispuso una gran recompensa para quien visita a su hermano el creyente y le frecuenta con afecto y cariño.

7- Agradecer las mercedes divinas

Entre los programas morales a los que el Imam (a.s.) incentivaba se encuentra el hecho de agradecer las mercedes de Dios, Glorificado Sea. Dijo (a.s.): “Hablar sobre las mercedes de Dios, Glorificado Sea, es agradecer, y dejar de hacerlo es descreer; así pues, amarrad las mercedes de vuestro Señor mediante el agradecimiento; poned a resguardo vuestros bienes mediante el zakât; y repeled las desgracias mediante la súplica, puesto que la súplica es una protección que repele las desgracias, y ciertamente que ello es realidad consolidada”.7

8- Evaluarse a sí mismo

Entre las elevadas pautas de moral sobre las que el Imam Mûsâ (a.s.) encomendó fue el hecho de evaluarse a sí mismo y reparar en las propias acciones, de manera que si es que éstas son correctas las incremente, y si es que son malas, pida de Dios, Glorificado Sea, la indulgencia y el beneplácito. Dijo (a.s.):

“No es de nosotros quien no se evalúa a sí mismo cada día; (de manera que) si realizó lo bueno procure incrementarlo y si realizó lo malo pida perdón a Dios por ello y se arrepienta”.8

9- Pedir consejo

Entre las acciones meritorias está que el musulmán pida consejo a su hermano en sus asuntos y que no deje de hacerlo. Dijo (a.s.): “Quien pida consejo no estará falto de quien le elogie cuando acierte, ni de quien le disculpe cuando se equivoque”.9

10- Estar satisfecho con lo decretado por Dios, Glorificado Sea

Entre los atributos nobles que el creyente debe tener, está la satisfacción con lo decretado por Dios, Glorificado Sea, y someterse a Su Voluntad. El Imam (a.s.) ordenó ello diciendo: “Aquel que se vea privado por Dios, Glorificado Sea, que no le considere lento en otorgarle el sustento, ni desconfíe de Su designio”.10

Éste es uno de los mejores atributos con los que el creyente se arma en su vida.

11- La paciencia

El Imam (a.s.) incitaba a tener paciencia ante el acaecimiento de las desgracias, puesto que la exteriorización de la angustia aparta la gran recompensa que Dios, Glorificado Sea, dispone para los pacientes. Fueron legados de él (a.s.) numerosos hadices al respecto, entre los que se cuentan los siguientes:

1. Dijo (a.s.): “La desgracia no es tal que aquel que la padezca merezca recompensa, salvo que la afronte con paciencia, y al sufrir un golpe mencione la frase «Por cierto que somos de Dios y a Él retornaremos»11.12

2. Dijo (a.s.): “Por cierto que la paciencia ante la desgracia es mejor que la serenidad en la holgura”.13

3. Dijo (a.s.): “La desgracia es una sola para el paciente y dos para el que exterioriza su lamentación”.14

12- El temor a Dios

El Imam Mûsâ (a.s.) encomendaba a sus compañeros el temor a Dios, Glorificado Sea, en lo referente a Sus prohibiciones. Dijo (a.s.):

“Escuché a mi padre muchas veces decir: ‘No es de nuestros shias aquel sobre cuyo temor a Dios no hablen (incluso) las mujeres cubiertas tras los velos’.”15

13- Instruirse en la religión

En cuanto a instruirse en la religión y conocer las normas de la sharî‘ah, es uno de los programas que complementan la personalidad del musulmán. Dijo el Imam (a.s.):

“Instruíos en la religión de Dios, puesto que la instrucción es la llave de la percepción, el perfeccionamiento de la adoración y el medio para alcanzar grados elevados y nobles jerarquías en la religión y en el mundo. La preeminencia del sabio por sobre la del adorador es como la del sol por sobre las estrellas. Dios no se satisface de ninguna acción de aquel que no se instruye en su religión”.16

¿Veis toda esa exaltación al hecho de instruirse en las normas de la religión considerando a la jurisprudencia como uno de los más elevados niveles de las ciencias islámicas y que adquirir tal particularidad significa hacerse de uno de los más elevados atributos con los que una persona puede investirse?, ya que, según lo expresado por el Imam (a.s.), ello constituye la llave de la percepción y el perfeccionamiento de la adoración.

14- Juntarse con los sabios

El Imam (a.s.) estimulaba a reunirse con los sabios, a participar de sus reuniones y a prestar atención a sus palabras, a causa de que eso tiene un efecto activo en la formación de la moral de la persona. Dijo (a.s.):

“Reunirse con sabios en un vertedero es mejor que tener tertulias con ignorantes sobre tapices”.17

15- Recomendaciones edificantes

El Imam (a.s.) hizo recomendaciones edificantes que influyen en la conformación de la moral del musulmán. Entre las mismas están las siguientes:

1. Dijo (a.s.): “Suficiente es la experiencia como correctivo, el paso de los días como amonestador, el comportamiento moral de aquel que tratas como conocimiento, y el recuerdo de la muerte como barrera para los pecados y desobediencias. ¡Me asombro de aquellos que se abstienen de comer y de beber por temor a que les sobrevenga alguna dolencia! ¿Cómo no se abstienen de los pecados por temor al Fuego que se encenderá en sus cuerpos?”.18

2. El Imam (a.s.) encomendó a sus compañeros organizar sus horarios y actuar para purificar sus almas. Dijo (a.s.): “Esforzaos en que vuestro tiempo esté dividido en cuatro momentos: un momento para dirigir letanías a Dios, un momento para las cuestiones de subsistencia, un momento para frecuentar a los hermanos y a aquellas personas confiables que os hacen reconocer los propios defectos y que en su interior son sinceros con vosotros; y un momento para estar a solas con vuestros placeres que no incluyan lo ilícito, y es con este momento que podréis con los otros tres. No os sugestionéis con la pobreza ni con la esperanza de una larga vida, puesto que quien se sugestiona con la pobreza se vuelve avaro y quien se sugestiona con la esperanza de una larga vida se vuelve codicioso. Disponed para vuestras almas una parte de lo mundano brindándoles lo que anhelan y es lícito, lo que no menoscabe la hombría de bien y lo que no incluya desmesura. Asistíos con ellos en los asuntos de la religión puesto que fue narrado: No es de nosotros quien deja de lado su aspecto mundano a causa de su religión, ni aquel que deja de lado su religión por su vida mundanal”.19

16- Prevenir sobre la holgazanería

El Imam Mûsâ (a.s.) condenaba la holgazanería y el desgano puesto que ambas cosas llevan a la pobreza y a perder la hombría de bien. Cierta vez le dijo a uno de sus hijos:

“¡Guárdate de la holgazanería y el desgano! puesto que te privarán de tu parte en este mundo y en el Más Allá”.20

17- La moderación

El Imam (a.s.) solía encomendar a sus hijos y compañeros ser moderados prohibiéndoles el derroche y la dilapidación, puesto que en éstos está la supresión de la bendición. Dijo (a.s.):

“La bendición permanece con quien es moderado y tiene templanza, y le es suprimida a quien despilfarra y derrocha”.21

También dijo (a.s.): “No cae en la miseria quien es moderado”.22

Uno de los fundamentos de la economía islámica es la prohibición del despilfarro de la riqueza puesto que ello arruina la economía de la comunidad y promueve la corrupción moral. Nos hemos referido a este tema de manera desarrollada en nuestro libro Al-‘Amal wa Huqûq al-‘Ummâl fîl Islâm (“El trabajo y los derechos de los trabajadores en el Islam”).

Con esto concluimos nuestras palabras sobre las narraciones transmitidas del Imam (a.s.) en las que incentiva a la puesta en práctica de las más elevadas virtudes morales y los buenos atributos.

Sus más elevadas virtudes

El Imam Al-Kâdzim (a.s.) fue uno de los grandes signos de Dios en lo referente a las más elevadas virtudes morales y a la elevación del sí mismo. Las siguientes son muestras de sus atributos morales:

1- Su tolerancia

Uno de los atributos del Imam Mûsâ (a.s.) era la tolerancia. Los historiadores son unánimes en ponerle como ejemplo por su sapiencia y por contener su desagrado, de manera que solía perdonar a quien le trataba injustamente y le hacía el mal, sin resentirse por ello, e incluso solía hacerle el bien para de esa manera borrar de él el espíritu de maldad y egoísmo.

Los narradores transmitieron que un ‘Umarî, esto es, una persona de entre los descendientes de ‘Umar ibn Al-Jattâb, solía tratar mal al Imam (a.s.) y dirigirle excesivas maldiciones e insultos a su persona y la de su abuelo el Imam Amîr Al-Mu’minîn (a.s.), y por esa razón algunos de los seguidores del Imam Mûsa (a.s.) querían matarle, pero el Imam (a.s.) se los prohibió y quiso solucionar las cosas de otro modo. Preguntó por él y le dijeron: “Ha tomado en arriendo tierra para labrar en los alrededores de Medina”. El Imam (a.s.) montó su mula y se dirigió adonde se encontraba. El Imam (a.s.) no encontró más camino que pisar parte de su cultivo. El ‘Umarî le gritó: “¡No pises nuestro cultivo!”, pero el Imam (a.s.) no encontró más camino que le permitiera llegar adonde se encontraba. Cuando llegó se sentó a su lado y comenzó a tratarle cordialmente. Le dijo:

– “¿Cuánto debes pagar por plantar tu cultivo?”

– “Cien dinares”

– “¿Cuanto esperas sacar del mismo?”

– “Yo no adivino el futuro”

– “Lo que te pregunté fue: ¿cuánto esperas que el mismo te dé?”

– “Espero que me dé doscientos dinares”

El Imam (a.s.) le dio trescientos dinares y le dijo:

– “Esto es para ti y todavía tienes tu cultivo”

El ‘Umarî cambió de actitud y deseó que la tierra le hubiera tragado antes que haberle lanzado maldiciones e insultos al Imam (a.s.). De esa manera, se dirigió presuroso hacia la Mezquita del Profeta (s.a.w.) para anunciar delante de la gente su arrepentimiento y pesar por las afrentas a la persona del Imam (a.s.). Cuando llegó a la Mezquita el ‘Umarî alzó su voz diciendo:

“¡Dios sabe donde dispone Su Mensaje entre quienes la place!”.

Sus camaradas rechazaron ese cambio, pero él les enfrentó y les expuso las virtudes del Imam (a.s.) y la manera benevolente y magnánima en que se comportó con él. El Imam se dirigió a sus compañeros y les dijo:

“¿Qué fue mejor? ¿Lo que vosotros os propusisteis (hacer con él) o lo que yo me propuse al querer enmendarle?”.23

Otro signo de su tolerancia es que cierta vez pasaba junto a un grupo de aquellos que le envidiaban y le tenían rencor, y ente ellos se encontraba Ibn Haîiaÿ, quien incitó a uno de sus compañeros a que arrebatara las riendas de la mula del Imam (a.s.) y la llevara hasta él. El hombre se propuso hacerlo pero el Imam (a.s.) se percató de su intención, por lo que se bajó y le entregó él mismo las riendas.24 El Imam (a.s.) fue un verdadero educador y maestro de las virtudes morales.

El Imam (a.s.) solía encomendar a sus hijos ser indulgentes y benevolentes con quienes les hicieran el mal. Les decía:

“¡Oh hijos míos! Por cierto que os escomiendo aquello de lo cual se beneficiará aquel que lo observe: Cuando venga alguien hacia vosotros y os diga en vuestro oído derecho algo malo, si es que luego se traslada a vuestro oído izquierdo y se excusa diciendo: ‘Yo no había dicho nada’, aceptad su excusa”.25

Este consejo del Imam Mûsâ (a.s.) nos revela la magnitud de la tolerancia y la amplitud de su carácter. Es natural que tal elevada moral suscite la confraternidad y que se propague el cariño y el afecto entre las personas.

2- Su generosidad y magnanimidad

El Imam Mûsâ (a.s.) fue una de las personas más magnánimas y el más benevolente con los desdichados y desposeídos. Gran parte de los pobres de Medina gozaba de bienestar a causa de sus ayudas y dádivas. Los historiadores mencionaron a un gran número de personas a quienes el Imam (a.s.) con su generosidad colmaba de ayudas. Entre esas personas se cuentan las siguientes:

A. Muhammad Al-Bakrî

Muhammad Al-Bakrî tenía deudas con un grupo de personas de Medina a quienes les requirió que tuvieran consideración por él, pero ninguno aceptó. Se le ocurrió presentarse ante el Imam (a.s.) y quejarse de su situación ante él. Fue a verle y le encontró en una quinta suya llamada “Naqmâ”.26 Se dirigió hasta él y cuando le encontró le refirió su pedido sumiéndose en la angustia. El Imam (a.s.) le ordenó a su sirviente que se fuera para que no viera al hombre en ese estado y le fuera humillante a éste tener que pedir. Luego le dio una bolsa que contenía trescientos dinares lo cual tal vez era un monto mayor al de sus deudas, tras lo cual el hombre se marchó en tanto rogaba lo bueno para el Imam (a.s.) y agradecía su gracia para con él.27

B. Un esclavo africano

El Imam Mûsâ (a.s.) salió junto a sus seguidores y algunos de sus hijos hacia unas quintas suyas situadas en la región de Sâiah.28 Antes de llegar descansaron en una zona cercana, puesto que hacía un frío intenso. Salió a su encuentro un esclavo africano trayendo una marmita. Se detuvo frente a los sirvientes del Imam (a.s.) y les dijo:

– “¿A dónde está vuestro señor?”

– “Es aquél”, le dijeron señalándole al Imam (a.s.).

– “¿Su apelativo es Abû quién?”

– “Abû-l Hasan”.

Fue hasta donde se encontraba el Imam (a.s.) y se detuvo frente a él diciéndole:

“¡Oh señor! Te traigo como obsequio esta ‘asîdah”.29

El Imam (a.s.) aceptó su obsequio y le dijo que la dejara donde estaban sus sirvientes. Éste la dejó ahí y se marchó. No pasó mucho rato que volvió con un fardo de leña y le dijo: “¡Oh señor! Te obsequio esta leña”.

El Imam (a.s.) aceptó y le pidió que le trajera una brasa. Éste fue y la trajo, y encendió la leña para que les resguarde del frío. El Imam (a.s.) pidió que le escribieran el nombre del esclavo y el de su amo. Luego partieron hacia las quintas y permanecieron allí varios días para después dirigirse a la Casa Sagrada de Dios, Glorificado Sea, y realizaron la ‘Umrah o Peregrinación Menor. Al concluir el ritual el Imam (a.s.) le ordenó a su sirviente que buscara al dueño de aquellas tierras. El sirviente buscó y finalmente le encontró. Le saludó y el hombre -que era shî‘ah– le preguntó por el Imam (a.s.) pero el sirviente rehusó darle información sobre él. El hombre presumió que el Imam (a.s.) estaba en La Meca, así que siguió con la vista al sirviente del Imam (a.s.) mientras volvía. El hombre siguió sus pasos hasta que llegó hasta el Imam (a.s.). El Imam (a.s.) le preguntó:

– “¿Me vendes a tu esclavo?”

– “¡Que yo sea sacrificado por ti! ¡El esclavo es tuyo así como la quinta en que se encuentra y todo lo que poseo!”

– “No quiero la quinta”.

El hombre le insistía humildemente al Imam (a.s.) que aceptara la quinta pero el Imam (a.s.) no aceptó. Finalmente el Imam (a.s.) le compró al hombre el esclavo junto con la quinta por mil dinares. Luego liberó al esclavo y le obsequió a éste la quinta. Todo eso para gratificar la benevolencia con la benevolencia misma, y compensar el bien con el bien mismo. Dios, Glorificado Sea, concedió riqueza al esclavo mediante la bendición del Imam (a.s.), y sus hijos llegaron a ser de entre las personas más ricas de La Meca.30

C.- ‘Îsâ Ibn Muhammad

Entre aquellos a quienes el Imam (a.s.) proporcionó su favor estaba ‘Îsâ Ibn Muhammad Ibn Muhammad Al-Qurtubî. Había sembrado melones, pepinillos y calabazas, y cuando la siembra maduró fue atacada por una plaga de langostas y no quedó nada de la misma. Había quedado endeudado en ciento veinte dinares por su siembra más el precio de dos camellos, y a causa de ello no sabía qué hacer. Mientras se encontraba ensimismado en el asunto, he ahí que se presentó el Imam Mûsâ (a.s.) y le saludó. Luego le dijo:

– “¿Cómo estás?”

– “Devastado. La langosta atacó y se comió mi siembra”.

– “¿Cuánto perdiste?”

– “Ciento veinte con el precio de dos camellos”.

El Imam (a.s.) ordenó que se le diera ciento cincuenta dinares, y luego de que le fuera dado le dijo:

– Tu ganancia es de treinta dinares más el precio de dos camellos”.31

D. Un pobre

Llegó a verle un pobre pidiéndole ayuda. El Imam (a.s.) quiso probarle para dispensarle en la medida de su conocimiento. Le dijo:

– “Si se te concediera un deseo en el mundo, ¿qué es lo que pedirías?”.

– “Desearía que me fuera agraciada la taqîiah o encubrimiento de la creencia por resquemor, y poder solventar los derechos de mis hermanos”.

Al Imam (a.s) le agradó su respuesta y ordenó que se le dieran mil dinares.32

Éstos fueron algunos de sus actos de benevolencia para con algunos necesitados. Las fuentes de historia están repletas de menciones de personas a quienes el Imam (a.s.) colmó de su favor.

E. Las limosnas en secreto

El Imam Mûsâ (a.s.) solía salir en medio de la noche oscura y hacía llegar su benevolencia y caridad a los pobres, en tanto ellos no sabían quién era el que les hacía llegar ello. Les llevaba esa ayuda en bolsas de dinero que oscilaban entre doscientos y cuatrocientos dinares.33

Sus bolsas de dinero se volvieron proverbiales, de manera que los que las recibían decían:

“¡Qué asombroso que aquel al que le ha llegado la bolsa de dinero de Mûsâ se queje de escasez y pobreza!”34

Sus dádivas secretas y sus ayudas anónimas mantenían a aquellos pobres, quienes eran colmados con su generosidad y benevolencia.

F. Alimentar a la gente de forma colectiva

Cierta vez el Imam (a.s.) alimentó a las familias de Medina ofreciendo comida colectiva por tres días consecutivos. Uno de aquellos que le envidiaban se lo reprochó y él (a.s.) le contestó:

“Dios no otorgó a ningún profeta algo que no hubiera otorgado también a Muhammad (s.a.w.), acrecentándole (incluso) con lo que no les concedió a ellos. Dios, Glorificado Sea, le dijo a Salomón hijo de David: «Ésta es nuestra dádiva. Concédela o retenla, sin limitación.» (38: 39)”.35

El Imam (a.s.) solía decir:

“Entre las cosas que conllevan el perdón (divino) está el alimentar a los demás”.36

3- Su desapego

El Imam Mûsâ (a.s.) se desprendió completamente de las inclinaciones y ornamentos mundanos. Vivió en este mundo una vida de pobres. Ibrâhîm Ibn ‘Abdul Hamîd habló acerca de su desapego de la siguiente manera:

“Fui a verle en su casa en la cual rezaba; he ahí que no había en la casa nada más que una tosca vestidura, una espada colgada en la pared y un ejemplar del Corán”.37

Su desapego no surgía de la pobreza puesto que poseía las quintas de Al-Basrîiah, así como otros campos de sembradío que le proporcionaban profusas riquezas. Asimismo le llegaban cuantiosos bienes que las personas le remitían en calidad de pago de los deberes religiosos, sólo que empleaba todo ello en proveer a los pobres de medios de subsistencia y al servicio de la religión.

Entre las señales de su desapego está que solía narrar a sus compañeros aspectos de la vida de Abû Dharr Al-Ghiffârî, el gran Compañero del Profeta (s.a.w.), quien fue una persona proverbial en lo referente al desapego de lo mundano y la negación del sí mismo. Dijo (a.s.):

“¡Que Dios tenga misericordia de Abû Dharr! Por cierto que solía decir: Dios me ha eximido del compromiso con el mundo, al haber dispuesto para mí dos hogazas de pan de cebada: una para mi almuerzo y otra para mi cena; y al proporcionarme dos prendas de lana: una la ciño al cuerpo y con la otra me cubro”.38

El Imam Mûsâ (a.s.) marchó en esa línea y se divorció de la vida mundanal, sin prestarle interés alguno, tal como su abuelo el Imam Amîr Al-Mu’minîn ‘Alî (a.s.).

4- Su benevolencia para con la gente

Otra de las elevadas pautas de moral del Imam Mûsâ (a.s.) era la benevolencia para con la gente y solventar sus necesidades. Fue así que le permitió a ‘Alî Ibn Iaqtîn ingresar en el gobierno de Harûn Ar-Rashîd a pesar de su ilegalidad, con el propósito de que solventara las necesidades de la gente. Fueron célebres sus palabras: “La expiación de actuar para el Sultán (injusto) es hacer llegar la benevolencia a los hermanos (en la fe)”.

Muchos desafortunados y oprimidos se dirigían a él (a.s.) procurando auxilio y les aliviaba sus padecimientos ocasionados por el gobierno abasí. Entre esas personas había un hombre de los habitantes de Ray (región de Persia) que le debía una cantidad considerable de dinero al Estado y que no podía pagar. Pensó en muchas maneras para resolver su problema. Preguntó acerca del gobernador de Ray y le informaron que era shî‘ah. Finalmente resolvió viajar y ver al Imam Mûsâ (a.s.) para pedirle ayuda. Viajó a Medina y se encontró con el Imam (a.s.) y le expuso los problemas que padecía. El Imam (a.s.) le respondió a su pedido y le dio una carta para el gobernador de Ray en la que decía lo siguiente:

“Debes saber que Dios, Glorificado Sea, posee bajo Su Trono una sombra en la cual no hace habitar sino a quien haga un bien a su hermano, le alivie de una aflicción o haga que su corazón se alegre… Y éste, es tu hermano. Wa-s Salâm”.

El hombre tomó la carta y comenzó un presuroso viaje hasta que llegó a Ray durante la noche. Fue a ver al gobernador y le atendió un sirviente que le dijo:

– “¿Quién eres?”

– “Un enviado del perseverante Mûsâ”.

El sirviente fue raudamente a informarle a su amo. El gobernador salió descalzo y abrazó al hombre y le besó en medio de los ojos. Comenzó a preguntarle sobre la salud del Imam (a.s.) y luego tomó la carta la cuál besó por todas partes. Cuando la leyó ordenó que le trajeran sus bienes y vestiduras y dividió todo en dos, dándole el precio de lo que no se podía dividir. Finalmente le dijo:

– “¡Oh hermano! ¿Te he contentado?”

– “¡Por Dios que sí! Y te excediste en ello”.

Luego ordenó que le trajeran los registros y tachó todas las deudas que el hombre tenía, considerándolo libre de las mismas. El hombre salió rebosante de júbilo y alegría. Estimó que debía compensarle su benevolencia por lo que se dirigió a la Casa de Dios en La Meca para suplicar por él y al mismo tiempo ir a ver al Imam (a.s.) e informarle del favor y benevolencia de la que le hizo objeto. Efectivamente, cuando llegó a las ceremonias de la Peregrinación y pasó por la Ka‘bah suplicó por él. Luego se dirigió a Medina y se encontró con el Imam (a.s.), y le informó de todo. El Imam (a.s.) se alegró muchísimo, al punto que el hombre le preguntó:

– “¡Oh señor! ¿Eso te ha alegrado?”

– “¡Por Dios que ciertamente me ha alegrado y ha alegrado a Amîr Al-Mu’minîn (a.s.)! ¡Por Dios que ciertamente que ha alegrado a mi abuelo el Mensajero de Dios (s.a.w.) y ha alegrado a Dios, Glorificado Sea!”

Este suceso nos indica la gran importancia que el Imam (a.s.) brindaba al hecho de satisfacer las necesidades de la gente y la benevolencia para con las personas.39

5- Su práctica de liberar esclavos

Otra manifestación de las virtuosas propensiones del Imam Mûsâ (a.s.) era su práctica de liberar a las personas de la esclavitud. Según lo transmitido por los narradores, llegó a liberar mil esclavos,40 haciéndolo solamente por la Faz de Dios, Glorificado Sea, y en procura de Su complacencia.

6- Su contrición a Dios

El Imam Mûsâ (a.s.) era contrito a Dios, Glorificado Sea, brindaba una dedicación absoluta a Él y se aferraba al cordel de la obediencia a Él. Las siguientes son muestras de su contrición a Dios, Glorificado Sea:

1. Su llanto por temor a Dios, Glorificado Sea

El Imam (a.s.) era el de más piedad y devoción por temor a Dios, Glorificado Sea. Con relación a su piedad y temor, los narradores han transmitido que solía llorar por ello al punto que las mejillas se le humedecían por las lágrimas.41

2. Sus profusas prosternaciones a Dios, Glorificado Sea

Narró Ash-Shaibânî lo siguiente: Por un período de diez y tantos años Abûl Hasan Mûsâ (a.s.) solía realizar prosternaciones a Dios cada día desde que aclaraba el sol hasta el mediodía.42 Por sus numerosas prosternaciones tenía en los puntos de prosternación callosidades como aquellas de los camellos. Tenía un sirviente que se las removía de la frente y la nariz. Con relación a ello dijo cierto poeta:

Por lo largo de su prosternación sus callos asimismo se alargaban / y se le había ulcerado la frente y también la nariz.

Vio en la disponibilidad que le daba la prisión, su anhelo / y bendición de tener el tiempo para agradecer al Creador.43

Cierta vez ingresó a la Mezquita del Profeta (s.a.w.) al principio de la noche y realizó una sola prosternación en la cual con toda humildad y sometimiento dijo: “¡Enorme es mi pecado! ¡Que sea excelente Tu perdón! ¡Oh digno de ser temido! ¡Oh digno de otorgar el perdón!”

Siguió repitiendo esas palabras con contrición y humildad hasta que despuntó la mañana.44

Cuando el tirano Harûn Ar-Rashîd lo puso en la prisión del carcelero Rabî‘, desde lo más alto de su palacio podía vigilar la misma, y veía unas vestiduras arrojadas en un mismo lugar sin cambiar de sitio. Eso le extrañó y le dijo a Rabî‘: “¿Qué es esa ropa que veo todos los días en ese lugar?”

Rabî‘ le respondió: “Esa no es ropa tirada, sino que es Mûsâ Ibn Ÿa‘far quien se prosterna todos los días después de la salida del sol hasta el mediodía”.

Harûn quedó boquiabierto y manifestó su asombro por la adoración del Imam (a.s.), diciendo:

“En verdad que éste es uno de los ascetas de los hashemitas”.

Entonces Rabî‘ se dirigió a Harûn pidiéndole que le liberara y que no le agobiase en la prisión. Le dijo: “¡Oh Amîr Al-Mu’minîn! ¿Por qué le agobias con la prisión?”

Harûn le contestó con violencia: “¡Lejos con eso! ¡Necesariamente debe ser así!”45

El afán de poder de Harûn y su amor por la vida mundanal le había desviado de la rectitud y le empujó a encerrar al Imam (a.s.), y de esa manera privó a los musulmanes de gozar de sus conocimientos y de aprovecharse de sus facultades.

3. Su pasión por la adoración a Dios

El Imam (a.s.) era un apasionado al adorar y obedecer a Dios, Glorificado Sea, al punto que ello formaba parte de sus componentes esenciales. Cuando el Imam (a.s.) fue encerrado en la casa de As-Sindî Ibn Shâhik, la hermana de éste contó cómo era la adoración del Imam (a.s.). Dijo: “Cuando le rezaba a Dios en la oscuridad alababa a Dios y le glorificaba, y hacía súplicas hasta concluir la noche. Luego se erguía y rezaba hasta despuntar la aurora. Rezaba la oración de la mañana y luego hacía dhikr o recuerdos de Dios, Glorificado Sea, hasta que salía el sol. Después permanecía sentado hasta la media mañana. Luego se acostaba y se levantaba antes del mediodía. Hacía las abluciones y se mantenía rezando hasta concluir con la oración de la tarde. Luego hacía recuerdos de Dios, Glorificado Sea, hasta que rezaba la oración del ocaso. Luego rezaba en el espacio entre el ocaso y la oscuridad de la noche. Ese fue su hábito hasta que murió”.46

4. La prisión y su súplica por una entera dedicación a la adoración

Cuando el tirano Harûn Ar-Rashîd le encerró en la prisión, el Imam (a.s.) tuvo la oportunidad de dedicarse enteramente a la adoración de Dios. De esa manera, se encontraba ayunando de día y erguido de pie en adoración a Dios por la noche. Él (a.s.) le agradeció a Dios, Glorificado Sea, por otorgarle la entera dedicación a Su obediencia diciendo:

“¡Dios mío! Por cierto que durante mucho tiempo te pedí que me concedieras la entera dedicación a adorarte y me lo has otorgado. ¡Tuya es la alabanza por ello!”47

¿Observáis la amplitud de la obediencia del Imam (a.s.) a Dios, Glorificado Sea? Vio la prisión como una bendición que Dios le otorgó y como un favor de Dios, Glorificado Sea, para que pudiera dedicarse enteramente a la adoración.

Con esto concluyen nuestras palabras con relación a las elevadas virtudes morales del Imam Mûsâ (a.s.) las cuales son un mundo de cualidades y de esplendidez, y que reflejan la moral de su abuelo el Mensajero de Dios (s.a.w.) y los nobles ideales de la gente de su casa, Ahl-ul Bait, quienes son la fuente de la sapiencia y de la piedad en el mundo del Islam.

  • 1.– Haiât Al-Imâm Mûsâ Ibn Ÿa‘far (a.s.), t.1, p.246.
  • 2.– Ibíd.
  • 3.– Ibíd., p.247.
  • 4.– Ibíd., p.245.
  • 5.– Ibíd., p.247.
  • 6.– Ibíd., p.248.
  • 7.– Ibíd.
  • 8.– Ibíd., p.248.
  • 9.– Ibíd., p.249.
  • 10.– Ibíd., p.248.
  • 11.– Sura al-Baqarah; 2: 156.
  • 12.– Ibíd., p.245.
  • 13.– Ibíd.
  • 14.– Ibíd.
  • 15.– Usûl al-Kâfî, t.2, p.64.
  • 16.– Ibíd., p.240.
  • 17.– Ibíd.
  • 18.– Ibíd., p.256, citado de Ad-Durr an-Nadzîm.
  • 19.– Tuhaf al-‘Uqûl, p.409.
  • 20.– Al-‘Amal wa Huqûq al-‘Ummâl fîl Islâm, p.140.
  • 21.– Haiât Al-Imâm Mûsâ Ibn Ÿa‘far (a.s.), t.1, p.243.
  • 22.– Ibíd.
  • 23.– Ta’rîj Bagdâd, t.13, pp.28-29; Kashf al-Gummah, t.2, p.247.
  • 24.– Haiât Al-Imâm Mûsâ Ibn Ÿa‘far (a.s.), t.1, p.157.
  • 25.– Al-Fusûl al-Muhimmah, de Ibn Sabbâg, p.220.
  • 26.– Situada en las inmediaciones de Medina y perteneciente a la familia de Abû Tâlib (Mu‘ÿam al-Buldân, t.8, p.310).
  • 27.– Ta’rîj Bagdâd, t.13, p.28.
  • 28.– Sâiah: Valle ubicado en los límites del Hiÿâz en el cual hay plantaciones.
  • 29.– ‘Asîdah: Comida compuesta de harina cocida con agua y sal, aderezada con mantequilla.
  • 30.– Ta’rîj Bagdâd, t.13, p.29; Al-Bidâiah wa an-Nihâiah, t.10, p.183.
  • 31.– Ta’rîj Bagdâd, t.13, p.29; Al-Bidâiah wa an-Nihâiah, t.10, p.243.
  • 32.– Haiât Al-Imâm Mûsâ Ibn Ÿa‘far (a.s.), t.1, p.154.
  • 33.– Kanz al-Lûgah, p.766; Ta’rîj Bagdâd, t.13, p.28.
  • 34.– ‘Umdat at-Tâlib, p.185.
  • 35.– Haiât Al-Imâm Mûsâ Ibn Ÿa‘far (a.s.), t.1, p.155.
  • 36.– Ibíd.
  • 37.– Bihâr al-Anwâr, t.11, p.265.
  • 38.– Usûl al-Kâfî, t.2, p.134.
  • 39.– Haiât Al-Imâm Mûsâ Ibn Ÿa‘far (a.s.), t.1, pp.361-362.
  • 40.– Ad-Durr an-Nadzîm fî Manâqib al-A’immah, de Iûsuf Ibn Hatam Ash-Shâmî, manuscrito que se encuentra en la biblioteca pública Sâiied Hakîm.
  • 41.– Kashf al-Gummah, t.2, p.247.
  • 42.– Bihâr al-Anwâr, t.11, p.298.
  • 43.– Al-Anwâr al-Bahîiah, p.93.
  • 44.– Wafiât al-A‘iân, t.4, p.293; Kanz al-Lugah, p.766.
  • 45.– Haiât Al-Imâm Mûsâ Ibn Ÿa‘far (a.s.), t.1, p.142.
  • 46.– Ta’rîj Abûl Fidâ’, t.2, p.12.
  • 47.– Wafiât al-A‘iân, t.4, p.379.

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