El rol de las mujeres en dos movimientos: el de ‘Âshûrâ’ y el de la Revolución Islámica

Por Huÿÿatulislam wal Muslimîn Masîh Burûÿerdî.-
Traducción del persa: Sumeia Younes.-

Tema del artículo

Lo que tendremos en cuenta en este breve artículo, es el análisis del rol de las mujeres en el suceso de ‘Âshûrâ’, y del rol de las mujeres en la Revolución Islámica de Irán desde el punto de vista del Imam Jomeini (r.a.).

Por supuesto, el eje principal de este escrito son las palabras del Imam Jomeini (r.a.) en su Testamento político-religioso respecto a las mujeres. Dijo él en el prólogo de dicho Testamento:

“Estamos orgullosos de que nuestras mujeres, ancianas y jóvenes, prominentes o desconocidas, estén presentes en todas las áreas, en lo cultural, en lo económico y lo militar, y que actúen hombro a hombro con los hombres, o mejor que ellos, en aras de implementar el Islam y los objetivos del Sagrado Corán; y que aquéllas que puedan combatir, participen en el entrenamiento militar, lo cual es una de las importantes obligaciones para la defensa del Islam y el territorio islámico; y que toleren valiente y comprometidamente las privaciones que la conspiración de los enemigos y el desconocimiento de los amigos acerca de las normas del Islam y el Corán, impusieron sobre ellas, es más, sobre el Islam y los musulmanes; que se hayan liberado de la restricción de las supersticiones que los enemigos implantaron para sus propios intereses a manos de la gente ignorante y de algunos clérigos desinformados de lo que conviene a los musulmanes.

Que aquéllas que carecen de la capacidad de combatir, estén ocupadas detrás del frente de guerra de manera valiosa, al punto que hacen temblar de júbilo y regocijo el corazón de la nación, y de ira y coraje el corazón de los enemigos e ignorantes -que son peores que los enemigos-. Repetidamente hemos visto que honorables mujeres al modo de Zeinab –la paz sea con ella- exclaman que han perdido a sus hijos y que están listas para ofrendar todo lo que poseen en el camino de Dios Altísimo y del honorable Islam, estando orgullosas de ello. Saben que lo que obtuvieron a cambio es más elevado que las delicias del Paraíso, qué decir del insignificante goce de este mundo”.[1]

En este fragmento del Testamento, que quizás es la parte más extensa donde él se refirió a las mujeres, llaman la atención algunos puntos:

Primero, la presencia de las mujeres hombro a hombro con los hombres en las diferentes áreas, entre ellas, la guerra. Segundo, aquellos que retienen a las mujeres en las casas y no les permiten estar presentes en la sociedad son amigos ignorantes o bien, enemigos sagaces del Islam. Tercero, el Corán y las normas del Islam señalan la necesidad de la presencia de las mujeres en la sociedad. Cuarto, los enemigos con sus propagandas, y la credulidad de los clérigos desinformados de los intereses de los musulmanes, han excluido a las mujeres de las áreas sociales. Quinto, las mujeres deben, al igual que Hadrat Zeinab –la paz sea con ella- increpar a los enemigos. Sexto, las mujeres de la sociedad islámica actual están listas para ofrendar sus hijos y todo lo que poseen en el camino de Dios Altísimo y del honorable Islam.

Al plantear mis puntos y análisis, me abocaré a algunos aspectos de las expresiones mencionadas por el fallecido Imam (r.a.), y aludiré a la importancia de la presencia de las mujeres en las diferentes áreas de la sociedad por medio de realizar una comparación entre las mujeres de la sociedad islámica actual y las mujeres de la época en que se conformó el movimiento de ‘Âshûrâ’.

Planteamiento de la pregunta

Si consultan la bibliografía relacionada al suceso de ‘Âshûrâ’, se toparán con muchas preguntas que cada autor y orador trata de responder, preguntas cuyo planteamiento y respuesta indican el punto de vista de los investigadores en relación con la grandiosa epopeya huseinita (a.s.). Es adecuado que haga referencia a algunas de estas preguntas a fin de que a la luz de ello desarrolle el tema que tomé en consideración en este artículo. Si en un suceso histórico no planteamos una pregunta, no solo habremos sido negligentes en percibir las causas y motivos de tal suceso sino que tal vez habremos permitido que aquéllos que no son especialistas en el tema interpreten ese suceso de la forma que ellos quieran, y es por ello que es necesario que todo intelectual que se considere a sí mismo seguidor de la escuela de ‘Âshûrâ’, y que haya saciado su alma con las puras ideas de Al-Husein y de Zeinab –la paz sea con ambos-, en todo suceso pequeño o grande, y relacionado al movimiento del Imam Al-Husein (a.s.), se aboque a indagar, y que no evite plantear preguntas difíciles y ocasionalmente ambiguas, puesto que el camino de la perfección del pensamiento está oculto en la pregunta y la hipótesis.

Cuando echamos una mirada a ‘Âshûrâ’, nos preguntamos: ¿Por qué Hadrat Abâ ‘Abdil·lâh (a.s.) se levantó en contra de Iazîd y no se levantó en contra de Mû‘âwîiah? ¿Por qué se dirigió a Kûfah? ¿Por qué antes de dirigirse a Kûfah fue a La Meca? ¿Por qué llevó consigo a su mujer, hijos y familia? ¿Por qué dijo: “Si me abandonáis volveré por este mismo camino”? ¿Por qué en la noche de ‘Âshûrâ’ eximió a sus compañeros de la bai‘ah (pacto de fidelidad) que le habían dado? ¿Por qué les dijo a sus compañeros: “Aprovechad la oscuridad de la noche y tomad la mano de los hombres de mi familia y huid”, y no dijo: “Tomad la mano de las mujeres y los niños”? ¿Por qué no fue de los adelantados en el frente de guerra al igual que el Profeta (s.a.w.) y ‘Alî (a.s.), sino que fue la última persona en luchar? ¿Por qué los kufíes, que fueron quienes lo habían invitado, se rebelaron en su contra? ¿Y por qué al día siguiente se arrepintieron?

A lo que me abocaré en este artículo es a las dos últimas preguntas, si bien las preguntas anteriores necesitan ser planteadas, escritas, y las opiniones cotejadas.

Sin embargo, las dos últimas preguntas que tienen que ver con el comportamiento engañoso y desleal de Kûfah, se cuentan entre los interrogantes más antiguos y su historia se relaciona al día siguiente, en que Hadrat As-Saÿÿâd dijo: “¡¿Lloran por nosotros?! Entonces, ¿quiénes fueron los que nos mataron?”.[2] Cuando él entró a la ciudad de Kûfah y se encontró con el llanto y gemido de la gente, protestó diciendo que si los kufíes son ese mismo grupo masivo y lloroso de gente, entonces ¿quiénes fueron los que asesinaron a los jóvenes de Banî Hâshim y a los hijos del Noble Mensajero de Dios (s.a.w.), aquéllos que en el desierto de Karbalâ’ se comportaron con suma violencia y no temieron perpetrar ninguna atrocidad?

En respuesta a esta pregunta se expusieron diversas teorías, y todo el que leyó algún libro respecto a ‘Ashûrâ’ conoce estas teorías, y yo no procuro plantear, analizar y criticar esas teorías, pero es necesario que me refiera a algunas de ellas en forma general.

Una teoría es que la gente de Kûfah se había alejado tanto del Islam original, que eran el Islam de Iazîd y de Mu‘âwîiah el que a su parecer era el verdadero Islam, y a sus ojos, las ideas y enseñanzas de Al-Husein ibn ‘Alî (a.s.) eran las desviadas. Aunque no habían transcurrido más de sesenta años desde la Emigración del Noble Mensajero (s.a.w.) y todavía un gran número de sus Compañeros que habían presenciado su gobierno estaban con vida, sin embargo, las propagandas perniciosas y las concupiscencias distorsionaron las realidades del Islam original de tal manera, que el Imam de los musulmanes (Al-Husein) fue considerado alguien foráneo, mientras que el bebedor de embriagantes (Iazîd) se había convertido en el Emir de los Creyentes.

Por supuesto, la primera respuesta que para este análisis viene a la mente es que fueron los mismos kufíes los que invitaron al Imam (a.s.) para que, en contra de Iazîd, conformase un gobierno islámico en Kûfah. Por lo tanto, no debían haber estado alejados del Islam original como se dijo en el análisis mencionado.

Otra teoría, es que la gente de Kûfah era defensora de la Familia del Profeta (s.a.w.) e invitaron al Imam Al-Husein (a.s.) a ir a Kûfah con la esperanza de apoyarlo y conformar un gobierno islámico verdadero, y revivir el recuerdo del gobierno de justicia de Amîr Al-Mu’minîn ‘Alî (a.s.), pero con el súbito ingreso de Ibn Ziâd a la ciudad, el temor y pavor dominaron tanto el corazón de los kufíes que olvidaron y contravinieron los mensajes que le habían enviado, y no solo no apoyaron al hijo del Profeta (s.a.w.), sino que con la amenaza y miedo que Ibn Ziâd provocó en sus corazones, se dirigieron incluso al campo de batalla y combatieron al Imam Al-Husein e hicieron prisionera a su familia.

El problema que hay en esta teoría, es la diligencia y el presto accionar de los kufíes. Aún cuando esta teoría justifica la guerra de los kufíes, sin embargo no justifica la brutalidad y los innumerables abusos de los kufíes. Es posible que un soldado por temor al gobernante se dirija al campo de batalla, pero quemar las tiendas, colgar las cabezas en las lanzas, y el salvajismo, no son compatibles con este análisis.

La tercera teoría, es que, algunos, tomando en cuenta la trama social de la ciudad de Kûfah dijeron que ésta era una ciudad militar; un campamento militar que se convirtió en ciudad, y la manera de actuar de los soldados en forma natural, especialmente de los árabes de aquella época, era obedecer en forma incuestionable a los cabecillas o jefes de los clanes, que quizás eran esos mismos comandantes militares. Hasta antes del ingreso de Ibn Ziâd, los clanes árabes de Kûfah y la población eran partidarios de Al-Husein ibn ‘Alî (a.s.), puesto que los jefes de los clanes y los comandantes militares lo eran, pero después del ingreso de Ibn Ziâd y de que éste infundiera el temor en algunos jefes y comprara e hiciera promesas a otros, debido a que los jefes y comandantes se habían vuelto partidarios de Ibn Ziâd, las personas ignorantes de Kûfah también, imitándolos ciegamente, se dirigieron a combatir a la Familia del Profeta (s.a.w.). Por supuesto, algunos que no temían la coerción de Ibn Ziâd ni fueron seducidos por él, fueron martirizados.

Desde diversos aspectos este análisis es bueno y aceptable, y es necesario que recordemos este punto, que las cuestiones sociales son de entre los sucesos que para obtener un análisis preciso de los mismos se necesitan estadísticas e informaciones muy puntuales, incluso hoy mismo que miramos a nuestro alrededor, no podemos analizar fácilmente los sucesos si no contamos con estadísticas e informaciones. Por lo tanto, lo que se expone como un análisis de los acontecimientos pasados, son solo suposiciones basadas en informaciones limitadas y testimonios esporádicos que fueron narrados en los libros de historia. Un análisis aceptable será aquél que pueda justificar los diversos aspectos de un acontecimiento y vincular unas con otras las evidencias dispersas.

La guerra de los kufíes, por un lado, y su arrepentimiento, por otro, puede plantearse como la cuarta teoría. En esta teoría fue celosamente tomado en consideración el rol de las mujeres, y fueron examinadas y analizadas las actividades que ellas tuvieron en esta cuestión. Según mi opinión, se puede apreciar el rol de las mujeres en el suceso de ‘Âshûrâ’ en varios grupos: las mujeres que se presentaron a apoyar en el frente de la verdad a Abâ ‘Abdil·lâh (a.s.) desempeñaron sus funciones tan valientemente que se convirtieron en el modelo de las mujeres y hombres amantes de la libertad en el mundo, hasta la eternidad. Mujeres valientes que, o fueron martirizadas, o bien, ofrendaron mártires; en tanto que aquéllas que quedaron hicieron llegar el mensaje de ‘Âshûrâ’ a las siguientes generaciones. Solo una persona puede -como Zeinab (a.s.)- llevar el mensaje de ‘Âshûrâ’, motivar que Kûfah y Shâm se rebelen y hacer tambalear los cimientos de la opresión, en tanto estuviera presente en el frente de la Verdad, aún cuando no haya sido martirizada, y no que se considere a sí misma seguidora de Al-Husein (a.s.) en tanto reposa tranquila en un rincón de su casa.  En el frente de Dios fueron pocas las mujeres valientes, puesto que quienes se ubican en el bando de Dios son “escasos”; los hombres de Dios también fueron pocos; las mujeres también fueron pocas, pero sin embargo, la escasa cantidad no impide la victoria. En el frente de los protagonistas de ‘Âshûrâ’ estuvieron mujeres como Hadrat Zeinab (a.s.) y Umm Kulzûm (a.s.). Umm Uahab, la esposa de ‘Abdul·lâh ibn ‘Umair, incentivó a su esposo para que se uniera al ejército de Hadrat Abâ ‘Abdil·lâh (a.s.) y le requirió que la llevase consigo, y en el día de ‘Âshûrâ’ ella misma alcanzó el martirio después de su esposo.[3]

La madre de Uahab ibn Hubbâb, envió a su hijo al campo de batalla y le dijo: “No estaré satisfecha de ti sino hasta que seas matado delante del Imam Al-Husein (a.s.)”. Y de esta manera, en la escuela de ‘Ashûrâ’ se convirtió en el modelo de las madres de mártires.[4] Aún cuando la esposa de Zuhair ibn Qain no estuvo presente en el suceso de ‘Âshûrâ’, fue ella la que envió a su esposo para que auxiliara a Dios, y a pesar de que Zuhair estaba informado a través de Salmân Al-Fârsî de que acontecería el suceso de ‘Âshûrâ’, sin el aliciente de su esposa no habría tenido las fuerzas para seguir y encontrarse con el hijo del Profeta (s.a.w.).[5] La valentía y procura del martirio están cristalizadas en la esposa de Ÿunâdah ibn Hâriz. Después de que su esposo fuera martirizado envió a su hijo adolescente a auxiliar al Imam, y el joven le dijo al Imam: “Mi madre me ordenó participar en la batalla y que viniera en su ayuda”.[6]

No me detendré en los detalles y explicación de los acontecimientos de ‘Âshûrâ’ y las mujeres del frente de la Verdad, sino que en este artículo me enfocaré en las mujeres del frente de la Falsedad. Las mujeres de Kûfah también, al igual que la Familia del Mensajero de Dios (s.a.w.), tuvieron un rol substancial en el suceso de ‘Âshûrâ’.

El rol de ese grupo de mujeres que no estuvieron presentes en el suceso de ‘Ashûrâ’ y cuyos esposos e hijos cometieron el más terrible crimen de la historia, es mucho mayor de lo que se supone. Debo decir en forma explícita que, “estas mujeres no tuvieron ningún rol en el suceso de ‘Ashûrâ’, y esta vergüenza quedará grabada sobre sus frentes hasta la eternidad”, puesto que al desvincularse del crimen que cometieron sus esposos e hijos no desempeñaron ningún rol para impedírselos, ni dieron ninguna clase de apoyo al hijo del Noble Mensajero de Dios (s.a.w.). Eso fue un gran bochorno, y se adecua al bochorno y deshonor eternos de los kufíes –que Dios los maldiga-.

En la población de Kûfah, las mujeres eran intrascendentes; estaban confinadas en sus casas y desinformadas de los asuntos sociales y hechos políticos de la sociedad. Las mujeres de Kûfah no tenían ninguna presencia en las cuestiones de la sociedad, y esa misma desinformación llevó a que ellas ignoraran la bochornosa guerra que habían emprendido sus esposos. El desinterés de las mujeres respecto a la guerra de sus esposos ocasionó que ellas no cumplieran con su función, y recién al día siguiente que los prisioneros llegaron a la ciudad de Kûfah las mujeres se percataron de lo ocurrido en ‘Ashûrâ’; y fue entonces que toda la ciudad de Kûfah se convirtió en llanto, la ciudad de Kûfah se transformó, y las mujeres envueltas en lamentos y gemidos, se lanzaron a los callejones, sobreviniendo una revolución en la sociedad kufí.

Por lo tanto, todo lo que ocurrió pesó sobre los hombros de las mujeres kufíes. Fueron ellas las que no impidieron que sus esposos se dirigieran al campo de batalla, y al enterarse de lo ocurrido, fueron ellas mismas las que hicieron rebelarse a Kûfah en contra del gobierno tirano.

Para corroborar y explicar la cuarta teoría es necesario que hagamos una introducción que quedará esclarecida teniendo en cuenta la cultura islámica:

El rol de las mujeres en la reforma de la sociedad

Se puede comprender en forma manifiesta que las mujeres en una sociedad islámica son la conciencia sabia y despierta de los hombres. Los hombres, por su temperamento y naturaleza brusca y agresiva, deciden muy prestamente hacer la guerra, arrasar con todo, saquear y oprimir; pero las mujeres, por su espíritu tierno y naturaleza sosegada, se abstienen de la ira y la violencia, y especialmente de la guerra y el combate. Y la naturaleza de las mujeres y su odio por la opresión y las controversias llevan a que sus esposos e hijos estén controlados por su esposa y madre y eviten los enfrentamientos y la violencia. ¿Qué persona comete crímenes y altercados cuando su esposa y madre están informadas? ¿Acaso los hombres roban y saquean los bienes de la gente a sabiendas de que sus esposas están al tanto de ello? En una sociedad musulmana en la que las mujeres fueron educadas islámicamente, esta realidad es más visible y se verifica aún más. Las mujeres son la conciencia despierta de los hombres y en caso de informarse de las bruscas decisiones de los hombres, seguro impedirán estas maniobras violentas suyas.

La recopilación de las pruebas

Teniendo en cuenta la introducción mencionada, las mujeres de Kûfah también, imitando al resto de las mujeres de la sociedad islámica, pudieron prevenir a sus esposos, pero su negligencia y desinformación de lo que sucedía a su alrededor, fue la causa de su falta. La cultura de degradar a las mujeres y de confinarlas en sus casas no solo prevalecía en la Kûfah de aquella época, sino que esta cultura puede observarse hoy también en esa ciudad, incluso entre los sabios shias; aquellos que según su opinión, la mujer debe estar recluida en su casa porque el Islam así lo requiere, ofrecen a la sociedad un pensamiento como el de la antigua Kûfah.

Son muchas las pruebas que testimonian mi alegato:

a. Una de las pruebas son las mujeres que tras el regreso de sus esposos se informaron de lo sucedido, los enfrentaron y defendieron a las mujeres y niños de la familia del Noble Mensajero (s.a.w.).

Cuando Joulî –que Dios lo maldiga- llevó a su casa la bendita cabeza del Señor de los Mártires, y su esposa se enteró de ello, lo abandonó y se separó de él. Otra de las esposas de Joulî también, en el suceso del levantamiento de Al-Mujtâr, les mostró el escondite de Joulî a fin de que lo apresaran y le dieran su merecido.[7]

Cuando Ka‘b ibn Ÿâber, el asesino de Barîr, volvió a su casa, se encontró con el coraje y la ira de su esposa, lo cual deja entrever que si esa misma mujer se hubiera enterado de las intenciones de su esposo un día antes, seguramente le habría impedido dirigirse a la batalla.[8]

Mâlik ibn Nasr Al-Kindî llevó a su casa el casco manchado con la bendita sangre del Imam Al-Husein (a.s.), y su esposa lo expulsó  de la casa y no le permitió vivir allí.[9]

Las realidades mencionadas en los libros de historia solo muestran partes dispersas y breves de los sucesos de aquellos días, pero esos mismos testimonios nos ayudan a conocerlas y analizarlas.

b. Algunos hechos en los libros de historia demuestran la desinformación de las mujeres e incluso de hombres alejados de la sociedad en relación con el suceso de ‘Âshûrâ’.

Por ejemplo, un anciano que en el portal de acceso a Damasco supone que los prisioneros son personas desviadas, extranjeras[10] e incrédulas, nos revela esta realidad. Por medio de referirse a los libros de historia el lector puede obtener información de los detalles de las realidades mencionadas.

Cuando los prisioneros entraban a la ciudad de Kûfah, una mujer kufí les preguntó a qué clan pertenecían ellos, y cuando se percató de la realidad, inmediatamente les llevó chadores y prendas para que se cubrieran.[11]

Un musulmán yesero que no se había dirigido a la batalla y no estaba informado en absoluto de lo que había sucedido en ‘Âshûrâ’, se enteró de la inmensidad de la catástrofe recién después de que llegaron a Kûfah la caravana de prisioneros y las cabezas cortadas.[12]

c. Uno de los testimonios que demuestra que las mujeres no estaban enteradas en absoluto de las atrocidades cometidas por sus esposos y que se enteraron de todo recién después de lo sucedido -por lo que hicieron rebelarse a Kûfah en contra del palacio de la opresión-, es que no existen diferencias entre las jutbas o discursos del Señor de los Mártires (a.s.) en Karbalâ’ y el día de ‘Âshûrâ’, con las jutbas del Imam As-Saÿÿâd (a.s.), de Zeinab (a.s.), y de Umm Kulzûm (a.s.). En las jutbas solo se ponía al descubierto al palacio de la opresión y se reprochaba a la gente de Kûfah. En ellas, el Señor de los Mártires (a.s.) se presenta a sí mismo repetidas veces, y en las jutbas de Kûfah y Shâm también se presenta a los mártires de Karbalâ’; la diferencia solo se observa en los oyentes. Las mujeres encendieron Kûfah al escuchar las fogosas jutbas de Zeinab y Umm Kulzûm (a.s.), pero en Karbalâ’ a los hombres no solo no les importó ni siquiera asesinar a un bebé lactante, sino que también quemaron las tiendas.

Esta divulgación para presentar a los mártires y prisioneros se realizó de todas las formas posibles; por un lado las largas jutbas, y por otro las palabras de Umm Kulzûm sobre que “recibir limosnas está prohibido para nosotros”,[13] habían conciliado las palabras y las acciones en contra de los tiranos y sus maliciosas propagandas.

d. Si en la historia no hubiera quedado registrado que las mujeres lloraban y estaban desoladas,[14] aún así a partir de diferentes expresiones habríamos podido deducir que a la conmoción de Kûfah y Shâm la provocaron las mujeres, y si los hombres comenzaron a llorar y a lamentarse fue siguiendo el lamento y sollozo de las mujeres. Las mujeres que hasta ese entonces habían permanecido en una morada de negligencia, se lanzaron a los callejones y se golpearon las cabezas y rostros ante la Familia del Noble Mensajero (s.a.w.), pero ¡de qué les sirvió! Ya habían martirizado a los mejores hombres del mundo.

Creo que pude expresar en palabras lo que tenía en mi pecho y volcar al papel parte del rol de las mujeres en ‘Âshûrâ’. Ahora me abocaré a la importancia de la pregunta del Imam As-Saÿÿâd (a.s.) a la que me referí al comienzo de este artículo. El Imam (a.s.) dijo: “¡¿Lloran por nosotros?! Entonces, ¿quiénes fueron los que nos mataron?”.

La respuesta a esta pregunta es tan clara que no puedo obviarla. Una hora después de plantear este interrogante, Umm Kulzûm (a.s.) dijo: “¡Oh gente de Kûfah! ¿Vuestros hombres nos matan y vuestras mujeres lloran por nosotros?”.[15] Tal como nos referimos en forma detallada en el cuarto análisis, y teniendo en cuenta la claridad de la respuesta, deducimos que el Imam As-Saÿÿâd (a.s.) en esta corta frase explica el rol de las mujeres en el suceso de ‘Âshûrâ’. El Imam (a.s.) procura decirnos, ¿qué diferencia hay entre una mujer que no actuó según su responsabilidad y no impidió a su esposo presentarse en el campo de batalla, y aquél que nos mató? La responsabilidad del martirio del Señor de los Mártires (a.s.) pesa sobre los hombros de las mujeres de Kûfah que lloraron por los prisioneros. En conclusión, los asesinos y los que lloraron, todos fueron partícipes de esos trágicos eventos.

Palabras del Imam Jomeini (r.a.)

Teniendo en cuenta lo que explicamos, quedan claras las palabras del Imam Jomeini (r.a.) y la importancia que él daba al rol de las mujeres en la sociedad islámica. ¡Cuánta diferencia hay entre el pensamiento del Imam (r.a.) y los sabios que recluyen a las mujeres en sus casas con la excusa de mantenerlas a cubierto de miradas impropias, impidiéndoles estar presentes en las escenas de la vida social! ¿Cuál de estos dos pensamientos surge del Islam original?

Si la mujer debe permanecer en su casa, ¡las primeras personas que habrán cometido una falta –según esta opinión de algunos sabios-, nos refugiamos en Dios, habrían sido, Fátima AzZahrâ’ –la paz sea con ella-, y sus hijas Zeinab y Umm Kulzûm! ¿Acaso es posible que sea necesario que las mujeres -para quienes la guerra no es obligatoria, sino la defensa- se recluyan en sus casas? ¿Cómo puede una escuela de pensamiento que lleva a las mujeres al campo de batalla -aún cuando no es obligatorio para ellas y pueden no estar presentes- aprisionarlas en un rincón de sus casas?

Tomando en cuenta la importancia de la presencia de las mujeres en la sociedad, el Imam Jomeini (r.a.) las incentiva a ello y les enseña la procura de martirio y el sacrificio en el camino de Dios, conjuntamente con la paciencia ante las adversidades. Él les ha presentado a Zeinab (a.s.) como su ejemplo, y les informa del desconocimiento que posee un grupo que erróneamente mantiene a la mujer detrás de puertas cerradas.

Que la paz sea sobre quienes siguen la guía.

[1] Sahîfeh-ie Nûr, t. 21, p. 172.

[2] Dam‘ as-Suÿû‘: Tarÿumah al-Mahmûm, de Abûl Hasan Sha‘rânî, p. 215.

[3] Sîreh-ie Ma‘sûmân, traducción de Husein Weÿdânî, t. 5, p. 159.

[4] Ibíd., t. 5, p. 161.

[5] Ibíd., t. 5, p. 131.

[6] Ibíd., t. 5, p. 168.

[7] Ibíd., t. 5, p. 185.

[8] Ibíd., t. 5, p. 161.

[9] Ibíd., Dam‘ as-Suÿû‘, p. 192.

[10] Sîreh-ie Ma‘sûmân, t. 5, p. 193.

[11] Dam‘ as-Suÿû‘, p. 214.

[12] Ibíd., p. 221.

[13] Ibíd.

[14] Ibíd., pp. 215 y 220.

[15] Ibíd., p. 221.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *