Fátima (a.s.) como modelo a seguir

Por Karem Rebeca Pestana Carvallo (Artista plástica, Venezuela, 2008).-

«En el Nombre de Dios, El Graciabilisimo, El Misericordioso.

Por cierto que te agraciamos con la abundancia.

Reza, pues, a tu Señor y sacrifica.

Por cierto que quien te aborrece es el estéril.»

(Sagrado Corán; Sura 109)

Introducción

Este ensayo ha sido elaborado en respuesta a la convocatoria realizada por La Oficina de Mujeres y Niños de la Asamblea Mundial de Ahl-ul Bait (a.s.) y la Sección de Asuntos de la Mujer del Instituto de Cultura y Ciencias del Islam “Al Gadir” para el Concurso Cultural Internacional “FÁTIMA (A.S.) COMO MODELO A SEGUIR”, donde se propone a la comunidad islámica -incentivada por las palabras de su Eminencia Aiatul·lah Jamene’i, cuando declara este año como el del “Florecimiento y la Innovación”-, a participar y contribuir con la propagación del Mensaje Islámico como modelo perfecto y revolucionario de vida para todas las comunidades del mundo en el presente y el futuro. Contrario a lo que algunos creen, este Mensaje responde a todas las necesidades reales de los seres humanos en una forma vanguardista, dinámica y eficaz.

Al ser nuestra señora Fátima Az-Zahra (a.s.) un ejemplo maravilloso para toda la humanidad y digna representante de ese Mensaje, se plantean los siguientes interrogantes:

¿Qué aspectos de Fátima Az-Zahra (a.s.) toma Usted como ejemplo?, o ¿qué rasgos y particularidades de Fátima (a.s.) son destacables cuando hablamos de tomarla como modelo de mujer a imitar?

En los párrafos que siguen de esta sencilla presentación, en la que se intentará plantear estos interrogantes desde una particular perspectiva, es necesario en primer lugar que nos situemos en el contexto socio-cultural en el cual “dos partes” del planteamiento se encuentran involucradas: la primera, la misma persona respecto a la cual nos planteamos la pregunta, a saber, la distinguidísima Fátima Az-Zahra -Dios esté complacido de ella y las bendiciones de Él la acompañen junto con los benditos miembros de su Familia y Amados-; y la segunda, la persona a la cual se dirige la pregunta, que en este caso, sería la de una mujer actual conversa al Islam. Luego pasaremos a responder al planteamiento desde dos perspectivas: el del contexto histórico en el que estaba situada la Señora de las Mujeres del Universo, Fátima Az-Zahra (a.s.); y el de las cualidades que la hacen un ejemplo para todos los musulmanes y musulmanas, para todos los creyentes y todas las creyentes.

Resulta imposible y fuera del alcance llegar a acercarse a lo que nuestra señora Fátima Az-Zahra (a.s.) fue y es en su esencia para la humanidad y estima que posee ante Dios. Todo lo que aquí se pueda considerar como “los rasgos más sobresalientes” de tan elevada personalidad no representa ni la más mínima ni “la más importante” de sus cualidades. En realidad, sería sólo la apreciación limitada y torpe de un aspirante, por lo que los planteamientos aquí presentados no intentan definir o determinar su personalidad, ya que se la estaría limitando, sino más bien caracterizar desde un punto de vista específico lo que al entender de la autora de este opúsculo Fátima (a.s.) representa: un factor importante y útil para quienes buscan la cercanía a Dios y ven en Sus siervos más queridos una guía clara e infalible para lograrlo.

Marco histórico y contexto socio cultural

Antes de abocarnos a responder a los interrogantes que motivan este ensayo, es necesario hacer un breve repaso sobre la vida y las circunstancias que rodearon y determinaron el carácter de la Noble Fátima (a.s.), para así procurar acercarnos más al objetivo de presentar su conducta y valores como modelo a seguir hoy en día. Cabe aclarar que ella es un modelo a seguir no sólo por todas las mujeres del mundo sino también por todos los hombres ya que, siendo Fátima (a.s.) de “la Casa del Profeta” (Ahl-ul Bait) y una de las personas que resguardaron y ejemplificaron en la práctica las enseñanzas coránicas e islámicas -como se aprecia en el siguiente Hadíz entre muchos otros dichos del Profeta Muhammad (s.a.w.):“Por cierto que yo y la Gente de mi Casa somos como el Arca de Noé, quien se embarca en ella se salva, y quien se aleja de ella se ahoga”-, y en vista de que el objetivo del descenso de la Revelación es la santificación y perfección de las almas y que no existe diferencia alguna entre el hombre y la mujer a este respecto, encontraremos que ella no sólo representa un ejemplo para las mujeres sino para la Humanidad toda.

Ahora bien, más que el hecho de mencionar o recordar su vida a manera biográfica, la intención en estos párrafos sería la de presentar una comparación entre las circunstancias que rodearon su vida, con el contexto actual, en el que podría o no desarrollarse la vida de una mujer musulmana de hoy en día, esperando sustentar de manera muy clara la validez de sus enseñanzas y la pertinencia de las mismas como modelo a imitar, ya no sólo para aquéllos que la conocen y la aman, sino también para cualquier persona que hoy en día desee alcanzar la felicidad en esta vida y la elevación de su condición de “ser humano”. Obviamente, ello será contrario a lo que objetan quienes buscan desesperadamente tildar de retrógradas, pasados de moda, y hasta ofensivos a los principios morales islámicos para desvalorizarlos y justificar así la falta de moral, ética, respeto y vergüenza en la que se encuentra sumergida la “sociedad moderna”.

Puede surgirnos la siguiente pregunta: ¿Cómo podrían aplicarse tales costumbres y principios a circunstancias tan distintas y distantes? ¿Cómo es posible que éstos puedan ajustarse a mujeres de diferentes ideologías, culturas, y civilizaciones, tanto en oriente como occidente? Y exactamente, ¿cuáles son estos rasgos y cualidades particulares de las que hablamos?

Primero, podríamos decir que Fátima (a.s.) nace con el Islam, fue concebida y criada en la época en que el Profeta Muhammad (s.a.w.) recibe la Revelación y la responsabilidad que acompaña la misma; dentro de una sociedad en la que las mujeres ocupaban un lugar casi insignificante, donde correspondía a los hombres la responsabilidad de continuar con el legado familiar. Una casa sin hijos varones era motivo de burlas, además de considerarse el final de de toda una generación. Fátima (a.s.) era la hija más joven del Profeta y la única que le sobrevive. Fue ella quien por designación Divina recibe la “responsabilidad” de continuar con el legado de su padre, un legado que va más allá de la prolongación de la familia y una generación honorable: la herencia que va unida a la “Revelación” del mensaje y a su consolidación en la Tierra como la última religión monoteísta revelada a los seres humanos. Esta misma sociedad tribal donde se inicia el Islam, está dominada por la codicia, la idolatría, la opresión y el asesinato; las personas eran arrastradas por sus instintos o creencias supersticiosas. El destino casi inevitable de una mujer dentro de este orden social era la desdicha, ya que desde su mismo nacimiento era motivo de humillación y vergüenza, y considerada como “la desgracia de su padre”, por lo que era común que las mismas terminaran o muertas en su primera infancia, o esclavas de su marido o de algún enemigo.

¿Es acaso esta situación muy distinta a la actual? En nuestra sociedad contemporánea, “civilizada”, y aún más, dentro de un país occidental “desarrollado” o “industrializado”, ¿es cierto que de ninguna manera se da este tipo de situaciones?

Podríamos decir que el contexto o la forma ha variado, pero el contenido sigue presente aún hoy en día. Mientras que los árabes del siglo VI d.C. adoraban a las piedras y a los astros, hoy se han sustituido estos ídolos por otros: estrellas del Rock o del Pop, del Modelaje, del Cine, etc., los cuales determinan la conducta, la ideología, la apariencia y la vida de la mayoría de los jóvenes. El dinero, el poder, el sexo, éstos son los ídolos de hoy. Vemos cómo las personas son esclavas de sus instintos, y anteponen éstos a su salud -tanto mental como física-, a sus familias, y sobre todo, a Dios. “Dios” no tiene cabida en las vidas de la mayoría de las personas “modernas”. Esta época caracterizada por la secularización[1] ha vaciado sus vidas de todo sentido espiritual que implique compromiso sincero y sistemas de vidas con “límites” morales, éticos, sociales, abandonando todo esto con la idea irreal de una libertad que se transforma fácilmente en libertinaje, incapaces de comprender que el verdadero sentido de la libertad es precisamente el respeto a los límites que sustentan toda convivencia humana.

La situación de la mujer actual no es muy distinta en realidad. Ésta goza de un estatus que va de objeto sexual de consumo, a mercancía que se exhibe a la venta; sus más elevados objetivos en esta sociedad como el de ser madre y la más importante escuela de todo el género humano, han quedado relegados por el de ser esclava de la demanda de una sociedad que le exige una apariencia física determinada para “tener éxito”, ocupar un “puesto” o mantener una familia y un marido satisfecho. Cada vez se le exige más y se le otorga menos “libertad”. A pesar de creer que en estos tiempos es más libre que nunca, la mujer, en realidad, está envuelta en un engaño que la utiliza y la desecha cuando deja de ser “productiva” o de generar “ganancias”, ya sea porque su belleza se acabó o porque se convirtió en esposa o madre. De hecho, sus derechos no están garantizados porque no se establecen o se respetan límites -es decir, límites en la sociedad no en la mujer- que la protejan y le otorguen una vida plena de verdaderos logros y satisfacción personal como mujer, madre, esposa, obrera, profesional… como ser humano.

¿Pero cuál es la posición del Islam ante todo esto? Más aún, ¿cuál es el rol desempeñado por Fátima (a.s.) como respuesta a esta situación? El Islam en sí reivindica la posición de la mujer cuando le concede a Fátima la responsabilidad de continuar con un legado familiar que incluye la responsabilidad doctrinal de un mensaje, el Mensaje que su padre el Profeta Muhammad (s.a.w.) recibió como sello de todos los Profetas de Dios para la humanidad, un mensaje de paz, salud y libertad.

Ahora, una hija se convierte en la propietaria de los valores del padre, en la heredera de todos los honores de su familia. Es la continuación de la cadena de los grandes antepasados, la continuación que empieza con Adán y pasa a través de todos los líderes de la libertad y la consciencia de la humanidad. Llega a Abraham y une a Moisés y a Jesús. Y llega a Muhammad.

El último eslabón en la cadena de la Justicia Divina, la cadena recta de la verdad, es Fatima, la última hija de una familia que esperaba un hijo. Muhammad supo lo que las manos del destino le tenían preparado. Y Fátima, también supo quién era. ¡Sí! Esta escuela de pensamiento creó una tal revolución. Una mujer, en esta religión, es así de libre.[2]

Tal “responsabilidad” la tuvo la noble Fátima (a.s.), como dijimos anteriormente. Fátima nace con el Islam; ella junto a su padre y familia enfrentaron firmes en su tarea y en sus principios a toda una sociedad como aquélla; aguantaron todo tipo de humillaciones y torturas, menosprecios e injusticias; soportaron el hambre y la tiranía, todo por oponerse a seguir sus mismos pasos, por negarse a rendirse ante los ídolos, por negarse a humillarse ante hombre, poder o riqueza alguna que no fuera Al·lah, por el compromiso asumido ante Él para la humanidad de ofrecer un ejemplo cabal de vida y de “responsabilidad con la misma”, una vida que nos enseña un camino maravilloso donde el ser humano sólo se rinde ante Dios, sólo sirve a Dios, obteniendo así su verdadera Libertad. Como dijo el Imam Amir Al-Mu’minin ‘Alí (a.s.):

“Bienaventurado es aquel que consagra a Dios su trabajo, su conocimiento, su amor, su aborrecimiento, su acción de tomar o dejar a un lado, sus palabras, su silencio, su accionar y sus dichos”.[3]

Ésta es la posición del Islam en respuesta a las gentes de la época del Profeta, y es la misma hoy en día, cuando la sociedad occidental desarrollada y civilizada ha hecho a un lado sus principios religiosos y los ha desvinculado de manera sustancial de todas sus necesidades y ámbitos sociales.

El Islam se perfila como un sistema perfecto de equilibrio en la vida donde nada le es ajeno, ni la política, ni la religión, ni la ciencia, ni la economía, ni la metafísica, ni el arte, ni nada de lo que al hombre le atañe. Dentro del Islam no existe una separación entre lo secular y lo religioso. La religión es la base fundamental en la vida de todos los individuos porque es ésta, según lo ordenado por Dios, ¡Exaltado sea!, la que vincula y determina todo lo demás, estableciendo responsabilidades, derechos y deberes, dentro de cada uno de los espacios o esferas del “quehacer humano” lo que lleva a alcanzar verdaderos estados de libertad y felicidad en este mundo.

Fátima (a.s.) representa en la práctica estas ideologías, estos principios. Ella asumió con firmeza y determinación todas las responsabilidades que dentro de una familia y por extensión una sociedad, tienen los individuos y sobre todo, tiene una mujer. Es así como de manera sin igual es responsable ante Dios, en su adoración y sus obligaciones como musulmana, y más aún, como heredera de su padre el Profeta Muhammad (s.a.w.), como esposa del Imam ‘Alí (a.s.) y como madre de una descendencia purificada; responsable como madre, educadora, trabajadora, esposa y luchadora, lleva a cabo todas estas tareas sin descuidar ninguna de ellas ni fallar, porque el principal objetivo es la complacencia de Al·lah. Jamás se ve influenciada por la fiera oposición de los enemigos de Dios, del Islam y de su padre, ni por la deslealtad y la corrupción, y permanece firme y nunca vemos en ella rastros de egoísmo, vanidad o debilidad alguna.

Ahora bien, en lo que respecta a lo congruente de su calidad de ejemplo para mujeres de diferentes ideologías, culturas, y civilizaciones tanto de oriente como de occidente, además de lo ya expuesto podemos agregar lo siguiente que dice Ali Shariati:

Aime Cèsaire cree que (…) solamente hay una civilización, y de éste modo el denominador común entre la humanidad es la “civilización”. (…) Es una colección de inversiones y experiencias humanas en varios periodos. En consecuencia la civilizaciones china, iraní e hindú no tienen significado. Es la misma civilización en todas partes y ninguna marca étnica puede ser detectada en su contenido. (…)

Cultura, por otro lado, consiste en las manifestaciones y características de una raza particular, que la hace distinta de otra raza. (…) Según esto, la cultura es la manifestación de la mayoría de las obras de una raza; específicamente es una manifestación nacional.” [4]

Entonces, en este sentido, podemos afirmar que una religión, en este caso el Islam, que fue revelada a la humanidad para su beneficio y su perfeccionamiento, que promueve al hombre a los más altos niveles de conciencia social, espiritual, científicos, económico, etc., puede ser catalogada dentro de lo que respecta a una civilización, es decir podemos hablar de la Civilización Islámica como modelo para la humanidad mas no de la Cultura Islámica, ya que conllevaría connotaciones distintas. Así mismo, por tratarse de ser Fátima (a.s.) una notable exponente del Islam resulta del todo natural que su ejemplo pueda ser adoptado por cualquier mujer sin importar su raza, condición social, o cultural. Además, es importante mencionar que el Islam no cercena ni prohíbe las manifestaciones culturales y costumbres folklóricas propias de cada nación, siempre y cuando no contradigan los preceptos islámicos, más bien resulta en un estímulo y perfeccionamiento de las mismas por lo que, contrario a lo que generalmente se cree, el adoptar una religión no implica cambiar de cultura, se puede ser oriental u occidental, vestir de corbata, o vestir de liquilique,[5] montar a caballo o en auto último modelo, pero conservar un pensamiento e ideología islámica y revolucionaria.

De las cualidades o rasgos de Seiida Fátima az-Zahra (a.s.)

Fátima (a.s.) representa el ideal de mujer, por lo que al estudiar de cerca y a profundidad su vida descubriremos que en su notable carácter y personalidad no habrá calificativo más completo que la describa sino el de “perfección”. Ella alcanzó tal condición en esta vida por medio de la total sumisión y amor a Dios. Cada paso, palabra, gesto y acción suyo la movían a obtener Su complacencia, lo que la llevó a ser merecedora de los más bellos epítetos tales como: Az-Zahra (Resplandeciente), Batul (Inmaculada), Siddiqat-ul Kubra (Gran Veraz), Mubarakah (Bendita), Radiiah (Complaciente a Dios) Mardiiah (Complacida de Dios), Saiidatun Nisa’ (Señora de las Mujeres), entre otros.

Está fuera de todo alcance lograr aquí aproximarse siquiera a desarrollar un ensayo que exponga ampliamente el valor del ejemplo de Fátima (a.s.), tanto para todas las mujeres como para todos los creyentes; pero sí es posible destacar algunas de las enseñanzas que esta noble mujer deja para todo aquel que anhela perfeccionar su carácter y espiritualidad, acercarse a Dios, y obtener la felicidad en esta vida y en la otra.

De los rasgos y virtudes de “La Señora de las Mujeres del Universo”, Fátima Az-Zahra (a.s.), en los que cualquier mujer, musulmana o no, podría encontrar un ejemplo a seguir, están su pudor y delicadeza. Vemos que ella personifica la condición femenina de una manera digna de admiración y respeto. Jamás con su disposición, hablar o actuar dio muestra alguna de la más mínima cosa repudiable, vulgar o aquello que le asemejara a un hombre, de manera que su condición de mujer se viera desvirtuada. Sin embargo, demuestra una fuerza de carácter tal, que es llamada “la madre de su padre”. Fátima (a.s.) no sólo cumplía con las labores del hogar, la educación de sus hijos y la atención a su esposo, sino que tomaba parte en las reuniones de la comunidad donde se discutía y disertaba sobre los asuntos de la religión. Donde se requería su presencia ella acudía, incluso al frente de la batalla contra los enemigos, o en defensa de los derechos del Imamato de su esposo ‘Alí (a.s.) y de los más desposeídos.

La humildad y sencillez de Fátima (a.s.) también son merecedoras de una fiel imitación, no solamente por las mujeres sino por todos los seres humanos temerosos de Dios.

El Profeta (s.a.w.) había comprado a Fátima un vestido para su boda, ya que la única prenda que tenía estaba deteriorada. La noche de la boda una pobre mujer mendiga recurrió a ella y le pidió algo viejo para vestir. Fátima quiso darle la prenda que llevaba puesta pero de inmediato recordó la aleya coránica que dice:

«No alcanzaréis la verdadera piedad hasta no dar aquello que mas amáis».

Entonces le regaló su vestido de novia. Esa misma noche el ángel Gabriel la recompensó trayéndole un hermoso vestido del Paraíso cuyo brillo impactaba a quienes lo miraban. Algunas mujeres ateas se islamizaron al verlo.[6]

Las experiencias en la vida de Fátima (a.s.) son un claro ejemplo de valor y fortaleza, humildad y determinación. En la pobreza y escasez, soportó el hambre y las privaciones sin reproches ni desesperanzas. Jamás puso sus necesidades por delante de las de los menos afortunados. Aún estando ella en una situación difícil nunca le dio la espalda a quienes recurrían a ella por ayuda. En las épocas más afortunadas, nunca abandonó la sencillez que la caracterizaba ni flaqueó ante el egoísmo y la opulencia, sino que más bien compartía las labores de la casa con su sirvienta.

Relata Salman Al-Farsi: Fátima se encontraba moliendo cebada para hacer harina. Sobre la manija del molino había sangre; la mano de Fátima estaba herida (…) Le dije: “¡Oh, hija del Enviado de Dios! Te estás lastimando cuando tienes a Fidda para que te ayude a hacerlo”. Dijo: “El Enviado de Dios me ha aconsejado trabajar un día cada una. Su turno fue ayer…” [7]

Sin importar la situación en la que se encontrara, jamás descuidó sus responsabilidades y obligaciones para con Dios o para con los suyos. Así era Fátima, incluso en sus plegarias. Primero rogaba a Dios por sus vecinos antes que por su familia o ella misma. Devota adoradora de Dios, se entregaba por completo en sus oraciones, hasta el punto de olvidarse de sí misma, sintiéndose insignificante ante Su Majestuosidad y Señorío.

Ahora bien, existe una cualidad muy importante y valiosa que realmente representa, bajo un criterio muy personal, un factor determinante a la hora de hablar de sus enseñanzas como modelo a imitar por todos los creyentes y todas las creyentes, que garantiza el éxito a quienes la observen en su tránsito por el camino de Al·lah ¡Exaltado Sea!, y es la paciencia.

Sin duda alguna, Fátima (a.s.) demostró ser poseedora de tan invaluable cualidad, la cual, si bien constituye un atributo muy común en las personas piadosas y temerosas de Dios que conocemos a través de la historia de la humanidad como santos, inmaculados y profetas, y que admiramos y cuyo ejemplo intentamos sinceramente seguir; muchas veces sólo vemos en tal cualidad la habilidad para soportar las penurias y los problemas, asociándola de alguna forma a una carga muy pesada de llevar y una actitud frente a la vida muy difícil de observar. Pero ello constituye un enfoque limitado que sólo permite ver lo superficial.

Definir la paciencia como la tolerancia ante las circunstancias más difíciles, constituye un gran error, ya que visto de este modo estaríamos quedándonos de brazos cruzados frente a las dificultades, soportándolas y esperando que éstas mejoren por sí mismas, desvinculando todo tipo de acción del hecho de ser pacientes, y confiriéndole una dosis amarga a la misma. Bajo este enfoque la paciencia se presenta en contradicción con las enseñanzas y principios islámicos que nos instan a establecer justicia y a las buenas acciones, a movernos en los campos de batalla a la vanguardia en el yihad por Dios, y a invocar el bien y prohibir el mal, como podemos observar en el Sagrado Corán y en variadas narraciones:

«Y que haya entre vosotros un grupo que invoque hacia el bien, ordene lo bueno y prohíba lo malo; esos son los triunfadores». (Corán, sura 3, aleya104)

Dijo el Imam Amir Al-Mu’minin ‘Alí: “Quien abandona la acción de rechazar lo execrable mediante su corazón, su lengua y su mano, en verdad que es un muerto entre los vivos”.[8]

Dijo el Mensajero de Dios (s.a.w.): “Si mi comunidad se vuelve indiferente al hecho de ordenar lo bueno y prohibir lo malo, que sepa que se ha puesto en guerra contra Dios, Elevado Sea”.[9]

Entonces, ¿A qué tipo de paciencia nos referimos cuando hablamos de las cualidades de Fátima Az-Zahra (a.s.)? ¿Qué importancia y qué utilidad podríamos encontrar en ella?

Para acercarnos mejor al verdadero sentido e importancia que tiene la paciencia dentro de las enseñanzas islámicas, de las cuales Fátima (a.s.) representa una infalible prueba, nos referiremos a las palabras de su eminencia Ayatullah Sayyed Ali Jamenei -que Dios prolongue su vida- en su discurso sobre la paciencia:

Sobre la base de las tradiciones, se define a la paciencia como la resistencia que muestra un hombre en el camino hacia la perfección en contra de la maldad, la corrupción y la degradación, lo cual puede compararse con el ejemplo de un alpinista, el cual para llegar a la cima tiene que enfrentar obstáculos internos y externos. (…) La paciencia equivale a ser capaz de enfrentar todos esos obstáculos y conquistarlos con la determinación y el entusiasmo.[10]

Claramente podemos observar en estas palabras cómo está vinculada la acción a la paciencia, es decir no se trata sólo de resistir y soportar, sino de avanzar y moverse hacia el objetivo, perseverar y mantenerse firme. Es así como Fátima (a.s.) nos enseña con su ejemplo de vida la forma en que debemos ser pacientes, firmes y determinados en nuestras creencias y responsabilidades, buscar en Al·lah refugio y fortaleza para no abandonar el camino que nos lleva hacia Él, tal y como la Amadísima Fátima (a.s.) lo consigue durante su elevada y corta existencia.

Si hablamos de la importancia de la paciencia y la utilidad que representa para la vida de todo creyente, podemos agregar primero que bajo los preceptos islámicos la paciencia es parte fundamental de la estructura del Islam; sin ella en los inicios del mismo el Profeta de Dios (s.a.w.), su Familia y compañeros habrían sido barridos y arrancados de la tierra sin dejar huella alguna en la humanidad, y los actos rituales como el ayuno, las oraciones, el yihad, etc., que vemos hoy día no tendrían sentido.

Además encontramos en ella un arma eficaz contra los obstáculos y desviaciones, tanto internos como externos que podrían alejarnos del “objetivo máximo”, como el desánimo, la pereza, el egoísmo, la vanidad, el orgullo, la codicia etc., o bien las situaciones impuestas por el medio o sociedad donde nos desenvolvemos, el cual muchas veces nos bombardea de excesos, obscenidad, perversión y corrupción, opresión e injusticia.

(…) Para alcanzar cada uno de los objetivos y destinos se requiere como condición elemental tener paciencia. (…) Así como el camino hacia el objetivo final, el cual es la perfección, está lleno de obstáculos, igualmente los caminos de los musulmanes que cumplen con sus deberes islámicos y responsabilidades también están llenos de obstáculos. (…) La fuerza que le da la capacidad de seguir adelante a través de estas barreras, se define como paciencia.[11]

Vemos entonces la vida de Fátima (a.s.) reflejada en la nuestra cuando nos sentimos agobiados o dispersos y recordamos cómo esta piadosa mujer soportó y superó los más difíciles obstáculos y pruebas sin dejar de luchar, sin desatender sus responsabilidades, ya sean individuales y para con Dios, o colectivas y sociales. Sin importar las circunstancias en las que nos encontremos, felicidad o desdicha, abundancia o escasez, opresión o libertad, privaciones o comodidades, etc., podemos encontrar en su ejemplo una dirección correcta, una acción acertada… un Modelo a Seguir.

Conclusión

Para concluir, es necesario enfatizar las cualidades de nuestra señora Fátima Az-Zahra (a.s.) que se presentaron como ejemplo infalible para alcanzar la perfección y la cercanía a Dios, Elevado Sea.

Reconocemos en ella el cumplimiento fiel de sus responsabilidades ante Dios que se le imponen como musulmana, como mujer, esposa, madre, hermana, vecina, etc., ya sean éstas individuales (oraciones, ayuno, peregrinación, etc.); o bien sean responsabilidades sociales (encomendar el bien y prohibir el mal, esforzarse por difundir la verdad y la justicia, la caridad, etc.). Sus exaltados valores y principios la hacen ser considerada un ejemplo para toda la humanidad, mujeres y hombres; musulmanes o no.

Fátima (a.s.) nos enseña con su ejemplo de vida la forma en que debemos ser pacientes, firmes y determinados en nuestras creencias y deberes; buscar refugio y fortaleza en el recuerdo de Al·lah para no abandonar el camino que nos lleva hacia Él y hacia la perfección, tal y como ella lo consigue durante su elevada e inmaculada vida.

Por último, se considera preciso hacer una breve referencia a algunas de sus sabias palabras pronunciadas en una brillante disertación en la Mezquita del Profeta, las cuales resumen la esencia de la filosofía de los mandatos de Dios para con los hombres:

“Atestiguo que mi padre Muhammad (BP) es el siervo y Enviado de Dios. Lo designó antes de enviarlo, lo nombró antes de crearlo, lo eligió aún cuando las criaturas estaban ocultas en el universo invisible, detrás de los oscuros velos de las tinieblas, antes de la existencia.

Ello fue porque Dios (Alabado sea), conocía el futuro de los acontecimientos. Dios lo envió para completar Su orden.

Al llegar, observó que los hombres habían perdido su religión y eran amantes del fuego de la incredulidad, decididos a adorar a los ídolos. En ese momento, Dios, a través de mi padre, cambió la oscuridad por la luz. Corrió los velos de la ignorancia de los corazones. Levantó las nubes de la equivocación y desvío que empañaban su visión, y los orientó hacia el sendero recto. Dios, Altísimo, estableció la fe para ustedes, para purificarlos del politeísmo; la oración, para alejarlos de la arrogancia; el Zakat (la dádiva), para santificar vuestras almas y aumentar vuestro sustento; el ayuno, para confirmar vuestra fidelidad; la peregrinación, para consolidar las bases de vuestra religión; la justicia, como un medio para vuestra organización y el acercamiento de vuestros corazones. Estableció la obediencia a Ahl-ul Bait (la Gente de la Casa), para unir a la comunidad, y nuestro liderazgo e Imamato, para impedir la discrepancia; la lucha santa, para el engrandecimiento del Islam; la tolerancia y la paciencia, como medios para merecer la recompensa. Ordenó la benevolencia como medio de felicidad común; la bondad hacia los padres, como escudo para impedir la ira Divina; conservar las relaciones de parentesco, para alargar la vida y aumentar la cantidad de seres. Estableció la ley del talión, para proteger la vida de los seres humanos; el cumplimiento de las promesas, como medio para alcanzar la indulgencia Divina; completar el peso, justamente, para evitar la merma en el comercio. Vedó la bebida alcohólica para evitar la impureza y la corrupción…Temed al Único Dios como merece, no muráis más que entregados a Él, y obedecedle en Sus órdenes. Ciertamente, los que temen a Dios, de entre los siervos, son los sabios”.[12]

Was-salamu ‘aleikum wa Rahmatul·lahi wa Barakatuh

Bibliografía

  • Breve Biografía de la Vida de Fátima Az-Zahra (P), Edición Electrónica: Mustafa Al-Salvadori. Preparado por Mezquita At-Tauhid. Buenos Aires, Argentina. Pág. 18, 26.
  • Cultura e Ideología, Ali Shariati. Traducido por R. Morales. Editorial Sohof. Teherán, Irán, 1991. Pág. 8, 9.
  • Fátima es Fátima, Ali Shariati. Capítulo I: El Islam revoluciona la posición de las mujeres. Edición Electrónica. Pág. 135, 136.
  • Formato APA, quinta Edición. PDF.
  • Las profundidades de la Oración y Discurso sobre la Paciencia, Ayatullah Sayyed Ali Jamenei. Traducido por Abu Hasan Ali Orobio. Fundación Cultural Oriente. República Islámica de Irán. 2006. Pág. 79, 81.
  • Un Ramo de Flores del Jardín de las tradiciones del Profeta y Ahlul-Bait (p), compilado por Aiatul·lah Sayyed Kamal Faqih Imani. Traducción de Feisal Morhell. Centro de Investigación Islámica Amir Al-Mu’minin Ali (p). Isfahan, R.I. de Irán. 2000. Pág. 92, 93.
  • Wikipedia la enciclopedia libre: http://es.wikipedia.org/wiki/Secularización.
  1. «Secularización» proviene del latín “seculare”, que significa “siglo” pero también “mundo”. De ahí que secular se refiera a todo aquello que es mundano, por oposición a lo espiritual y divino. La secularización es el proceso que experimentan las sociedades a partir del momento en que la religión y sus instituciones pierden influencia sobre ellas, de modo que otras esferas del saber van ocupando su lugar. (Wikipedia la enciclopedia libre. http://es.wikipedia.org/wiki/Secularización).
  2. Ali Shariati, Fátima es Fátima, Capítulo I: El Islam revoluciona la posición de las Mujeres. Edición Electrónica, pp. 135, 136.
  3. Bihar Al-Anwâr, t.77, p.289.
  4. Cultura e Ideología, 1991, Pp. 8, 9.
  5. “Liquilique” o “liquiliqui”, es la vestimenta típica de los llanos venezolanos.
  6. Breve biografía de la vida de Fátima Az-Zahra (P). Edición Electrónica, p. 26.
  7. Ibíd., p. 18.
  8. Un ramo de flores del jardín de las tradiciones del Profeta y Ahl-ul Bait (a.s.), p. 93.
  9. Ibíd.
  10. Las profundidades de la oración y discurso sobre la paciencia, 2006, p.79.
  11. Ibíd., p.81.
  12. Breve Biografía de la Vida de Fátima Az-Zahra (as), Edición Electrónica, p. 34.

 

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