La convivencia pacífica entre las religiones

Visita de musulmanes a la Mariápolis de Focolares en México
Por Sumeia Younes (Argentina).-

«Cuando vengan a ti los que creen en Nuestros signos, di: “¡La Paz sea con vosotros!».

[Sagrado Corán; 6: 54]

La palabra Islâm, en el idioma árabe, deriva de la raíz “sa-la-ma”, y su significado es “sumisión, sometimiento, entrega, consagración, salvaguarda, salud…”. Por otro lado, Salâm, es como en árabe se dice “paz”. De este modo, Islâm y Salâm (Islam y Paz), son términos hermanos, al derivar ambos de la misma raíz. Teniendo en cuenta el significado de Islâm, el vocablo Muslim (musulmán, en español, y que también deriva de la misma raíz), es alguien que se consagra sinceramente al Dios Único, y somete su voluntad a Sus órdenes y prohibiciones, porque tiene la seguridad de que así se pone a salvo. De esta manera, la realidad de la religión islámica consiste en someterse y consagrarse a Dios, y estar en paz con la creación. Terminológicamente, Islam es la religión divina transmitida al último de los Profetas divinos, esto es, Muhammad ibn ‘Abdil·lah (s.a.w.), quien, al igual que los líderes inmaculados de su descendencia, siempre se condujo en su trato con todas las personas, sin importar su credo, sobre la base de la cordialidad y el respeto. En una famosa recomendación que le dio el albacea del Profeta Muhammad (s.a.w.), es decir, el Imam ‘Ali ibn Abi Talib, a quien fuera su comisionado para gobernar Egipto, esto es, a Malik al-Ashtar, leemos: “(¡Oh Malik!) siente en tu corazón compasión por los súbditos y afecto hacia ellos. Trátalos con benevolencia. No seas ante ellos como un depredador que espera la oportunidad para devorarlos, puesto que las personas son de dos tipos: o tus hermanos en la religión, o tus iguales en cuanto a creación”.

No podemos negar el papel que desempeña la religión en promover el florecimiento y dinamismo de las civilizaciones y los elevados valores humanos, pero tampoco podemos pasar por alto ciertos conflictos amargos y sangrientos del pasado y el presente llevados a cabo en nombre de la religión. Por supuesto, las guerras y la violencia, en realidad se originan de intereses económicos y políticos, de alejarse de la moral y la espiritualidad, y no de la religión.

Por otra parte, no hay duda de que la religión nos otorga una identidad, y que a veces la religión puede convertirse en un factor para la intolerancia y la violencia contra identidades a las que se ve como profanas o inferiores a la propia identidad. Pero se deben considerar dichos hechos como emanados de las interpretaciones incorrectas que hacen los seres humanos de la religión, no de la esencia misma de la religión.

El Islam tiene 1.600 millones de adeptos en todo el mundo; y hoy se intenta, a través de los medios de comunicación masiva, mostrar al Islam como una religión intolerante y que promueve el terrorismo. Pero la realidad es que el Islam no solo NO es causa de conflictos y violencia, sino que es el que más sufre las consecuencias de esta violencia sin fin. A menudo se señala a los musulmanes como terroristas. Pero, ¿a quiénes asesinan estos grupos terroristas? Aún cuando el terrorismo en nombre del Islam se ha adjudicado atentados en Europa y Occidente, lo cierto es que se ha cobrado el 90% de sus víctimas en países islámicos, donde la gran mayoría son musulmanes, aunque aquí no se hable mucho de ello; pero todas, absolutamente todas las víctimas, sufren igual, sea cual fuera la religión que profesen. Para los musulmanes, cualquiera que cause división, tensión, conflicto o violencia, y alega tener religión, en realidad, o es un ignorante de su propia religión, o simplemente es adepto a una religión ficticia usada como máscara para cubrir las verdaderas intenciones.

El Islam, desde su más sagrada y original fuente, que es el Corán, llama al respeto y a la más ética de las relaciones. El Corán describe de la siguiente manera algunas señales de la fe de los creyentes: «Todos ellos creen en Dios, en Sus Ángeles, en Sus Escrituras y en Sus Profetas. (Y dicen): “¡No hacemos distinción entre ninguno de Sus Profetas!”.» (2: 285). Según esto, el creyente en el Islam se ve a sí mismo en el contexto de una identidad en la que se encuentran también los creyentes en otras religiones, una identidad que no solo suscita la convivencia, sino también una unidad entre todos los creyentes en Dios.

Asimismo, el Corán invita a una convivencia pacífica entre los seguidores de todas las religiones, y aún respetando la diversidad, incentiva a reunirse en un círculo aún más amplio que su propia identidad: «Diles: “¡Oh Gente del Libro!, venid y comprometámonos formalmente en una fórmula aceptable a nosotros y a vosotros: que no adoraremos sino a Dios, que no le asociaremos nada y que no nos tomaremos, unos a otros, por amos en vez de Dios”.» (3: 64)

Esto esboza una identidad inclusiva que se basa en dos premisas: “el monoteísmo” y “la libertad” -nadie es siervo de nadie excepto de Dios-. Aquí el Corán invita a todas las personas de fe, como los cristianos y los judíos -que en términos del Corán son llamados “la Gente del Libro”-, a comprometerse en un “diálogo” y concentrarse en los puntos en común. Así que, sobre la base de esta orden del Corán, la mejor manera de lograr la convivencia pacífica entre las religiones monoteístas, es promover el diálogo entre todas las personas de fe.

A través del diálogo, veremos que el objetivo de las religiones divinas es establecer un vínculo entre el ser humano y Dios, y que la persona conviva en paz con sus congéneres; el objetivo es guiar y salvar al ser humano, no combatirlo y destruirlo. Y desde que el propósito final de todos los profetas divinos fue uno solo, ninguno de ellos negó o rechazó al otro, sino por el contrario, corroboraban al profeta anterior y albriciaban sobre el próximo profeta por venir.

De acuerdo a lo expresado por el Imam ‘Alî (a.s.): “Las personas son enemigas de lo que ignoran”. Por ello, si nos conociéramos, descubriríamos una gran cantidad de similitudes que existen entre nosotros y estaríamos más abiertos a interactuar. Es por ello que enunciaré algunas de las principales creencias de los musulmanes que, como se podrá apreciar, coinciden en gran medida con las otras religiones abrahámicas:

1) Creemos en Dios Único y Misericordioso, el Creador del mundo de la existencia, y lo consideramos el único objeto de adoración.

2) Reconocemos que todos los seres humanos provenimos del mismo padre y madre, es decir, Adán y Eva. Esto debería recordarnos siempre que todos pertenecemos a la misma familia.

3) Creemos en todos los Profetas enviados por Dios desde el comienzo de la historia de la humanidad: «Por cierto que te revelamos, así como revelamos a Noé y a los profetas que le sucedieron; asimismo revelamos a Abraham, a Ismael, a Isaac, a Jacob, a las doce tribus, a Jesús, a Job, a Jonás, Aarón,  Salomón, y concedimos los Salmos a David. Y enviamos algunos Mensajeros que te hemos mencionado y otros que no te hemos mencionado, y Dios habló a Moisés directamente». (4: 164-165)

Según el Islam, todas las tradiciones monoteístas fueron traídas por los profetas divinos en el marco de leyes para la salvación del ser humano. Es por ello que Dios dice: «Por cierto que los creyentes, los judíos, los cristianos, quienes creen en Dios, en el día del Juicio Final y practican el bien, recibirán su recompensa del Señor, y no serán presa del temor ni estarán tristes». (2: 62).

4) Sentimos un inmenso respeto por el Profeta Abraham (a.s.) y lo consideramos “el Padre de todos los Creyentes en Dios”.

5) Respetamos enormemente a la virgen María, la madre de Jesús (a.s.).

6) El Corán, que es nuestro Libro Sagrado, llama a los judíos y cristianos, “Gente del Libro”. Esto significa que uno de los puntos que tenemos en común es que todos creemos en la necesidad de una Revelación divina a modo de guía. Creemos que las Escrituras que llegaron a la humanidad a través de los diferentes Mensajeros de parte de un mismo Dios son congruentes, idénticas en esencia, y correlativas, ya que fueron reveladas a los seres humanos, quienes desde el principio de la existencia poseen la misma naturaleza y las mismas necesidades fundamentales. Por supuesto, en función de las circunstancias y factores variantes a través de las épocas, difieren en algunos detalles, pero la esencia es la misma. Podríamos decir que es el mismo Libro ¡pero que cada religión tiene una diferente edición del Libro de Dios!

7) Creemos en los Ángeles, en la Resurrección tras la muerte, en la rendición de cuentas ante Dios, en el trato justo que Dios dará a los seres humanos en el Día del Juicio, y en las recompensas y el castigo. Creemos que el ser humano tendrá una vida eterna en el Más Allá.

8) Realizamos actos de adoración como rezar y suplicar a Dios, ayunar, peregrinar y dar limosnas.

9) El Islam nos llama a hacer el bien al prójimo y a realizar buenas obras, a tratar de adquirir atributos encomiables y perfecciones espirituales. Al mismo tiempo, nos pide alejarnos de los pecados, de la mala conducta y la inmoralidad.

10) Creemos en la dignidad de todos los seres humanos y condenamos cualquier trato injusto para con la humanidad. Apreciamos en demasía el valor de la vida humana. Dice el Corán: «Quien mate a una persona, sin que ésta haya cometido homicidio o sembrado la corrupción en la Tierra, será como si hubiese asesinado a toda la humanidad. (En cambio), quien salve a una persona, será como si hubiera salvado a toda la humanidad». (5: 32).

11) Compartimos grandes preocupaciones sobre los desafíos de vivir una vida de fe en el mundo actual. Mientras tanto, esperamos un Salvador que se manifestará al Final de los Tiempos junto a Jesús (a.s.), y que llenará la Tierra de justicia y equidad.

Por lo tanto, no hay motivo alguno para que no pueda haber un fuerte sentido de unidad entre todos los creyentes en Dios. Hay muchas razones por las que exhortamos a unirnos y trabajar juntos por el bien de la humanidad. Pero sobre todo, como lo expresara el Papa Juan Pablo II a los participantes en el Coloquio sobre “La santidad en el Cristianismo y el Islam” (el 9 de Mayo de 1985): Vuestro Dios y el nuestro es el mismo, y nosotros somos hermanos y hermanas en la fe de Abraham.

Por último, la paz real solo se concretará cuando los seres humanos permitan que sea Dios quien rija en sus corazones, y se alejen del egoísmo, la codicia, el odio, la violencia y el afán de poder. La sociedad mundial debe retornar a Dios. El elíxir de la VIDA, la meta perseguida por los alquimistas, es “el amor a Dios”.

 

 

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