La Santa Fátima (P.) un modelo para las mujeres occidentales en su vida social

Leyla Younes (Profesora, Argentina).-

Hay un momento en la vida de toda mujer consciente en que se plantea profundos interrogantes acerca de su rol y destino a desarrollar en su paso por esta vida. Al menos debe de llegar a preguntarse: “¿Quién soy?”. “¿Soy una madre?”. “¿Una esposa?”. “¿Una hija?”. “¿Una niñera?”. “¿Una trabajadora, escritora, tan sólo un ser humano?”…, “¿Quién soy?”.

Una vez expresado el interrogante, necesariamente pide una respuesta que sea parte genuina y auténtica de esa persona. Y es ahí cuando comienza a gestarse la revolución interna en una mujer. Es ahí donde comienza el viaje hacia Fátima (P.), partiendo de una base que es una consigna: “Sé auténtica y sincera en tu búsqueda”. ¿La búsqueda de qué? La búsqueda de la Verdad. De modo que no se la intimiden las formas externas y el colorido que atrae la vista. Ser ella misma, eso que realmente es y no lo que las circunstancias la han llevado a ser.

Si nuestra cultura guarda la tradición de una Fátima (P.), debemos encontrarla. Quedarnos con nuestra forma externa femenina, pero cambiar los contenidos; por la infiltración, en nuestra esencia interna, de contenidos importados que traiga el enemigo disfrazado de amigo, es mucho más dañina que los cambios que uno debe hacer en su forma externa.

Las formas externas son una cuestión superficial que se resuelven según las modas de este año y de otra forma el siguiente. Produce consumismo sin sentido. No obstante, cuando la enfermedad llega a las raíces, a la esencia interna de la forma, la forma se deprende de su sociedad y permanece enraizada, siguen el curso de los sucesos sin enraizarse de nuevo, sin ningún interés por su sociedad, sin compromiso, alienada y ahí puede ser moldeada en cualquier marco que se le dé. Esto es lo que quiere el enemigo, el destructor de la esencia interna de la mujer, pues las formas desenraizadas siguen el curso de los sucesos sin enraizarse de nuevo, sin ningún interés por su sociedad, sin compromiso, alienada y ahí puede ser moldeada en cualquier marco que se les dé.

Esto es lo que trajo el Profeta (B.P. y Desc.) cuando se le reveló el Islam: “El sentido real de la sumisión”. Someterse a Aquello que echa raíces, al Dios Uno y no a las formas múltiples que lo alejan a uno de su esencia. Nuestra misión debería ser la de reforzar nuestras raíces y nuestros cimientos de modo que cuando haya una “gran sacudida” como anuncia terminantemente el Sagrado Corán, lo cual puede ser interpretado como un “despertar de la conciencia”, nuestras raíces resistan, nuestra voluntad prevalezca, los vientos exteriores, las tormentas, los rayos y truenos no nos arrastren lejos.

Hasta aquí tenemos el método, pero ahora necesitamos una dirección. Este fin nos lleva al corazón del Shi’ismo: Fátima, la amada hija del profeta del islam. La mujer que no podemos ver. a la que pensamos que conocemos, pero sólo después de su guía nos damos cuenta del hecho de que, aunque nos relacionamos cada día con su espíritu directamente, la hemos perdido como modelo para nuestras vidas diarias. Esto es, teníamos una unión emocional con su esencia interna, pero le hemos quitado la forma.

Es una mujer musulmana esa que está tras la puerta y defiende a su marido y a su casa cuando los usurpadores intentan quemarla? Es una mujer musulmana la que acusa al recién elegido Califa de haber desagradado a Allah y al Profeta de Allah por no escuchar el consejo del Profeta y seguir sólo sus propios intereses? . Es una mujer musulmana la que cuando encuentra la injusticia y la opresión habla claro con la totalidad de su ser, sin temer el resultado de sus palabras porque sabe ue habla en el lenguaje de la verdad?

¿Por qué Fátima fue mal comprendida? Por qué se han perdido nuestras mujeres en forma desfasada o con importaciones nuevas? Por qué ha sido explotada? El Imam Alí (P.) tiene la respuesta certera; “se requieren dos grupos para aplicar la opresión. Uno es el opresor y el otro es que acepta la opresión.” De esta manera, las mujeres también participan en el ataque sobres sus valores permitiendo que las opriman al no encontrar sus raíces.

Nuestro conocimiento de Fátima conlleva una responsabilidad y un compromiso a aquellos que nos preguntamos al principio. “Quién soy?”, y entonces encontramos la respuesta en la autenticidad y en lo genuino de nuestra propia cultura. La responsabilidad y el compromiso crece a través del amor y la fe. Nuestro conocimiento se ilumina cuando despertamos esta responsabilidad dentro de nosotros. Tomando a Fátima como modelo, aprendemos a enfrentarnos a la injusticia ya a la opresión. Llegamos a estar activamente implicados en los problemas de la sociedad porque ella, como realmente fue, es nuestro símbolo, nuestro modelo, nuestra heroína.

Y esto no es negar la presencia y la esencia espirituales de Fátima que ha inspirado a miles de artistas, poemas, escritores y artesanos. En un punto aprendemos que el Profeta le dio una oración en vez de la ayuda doméstica que ella había pedido. Esto la hizo crecer, pues nutrió su espíritu y fortaleció su compromiso con dios y Su gente. Pero es más bien para complementarlo, pues como Jalal ad-Din Rumi nos dice: “La forma física es de gran importancia; nada se puede hacer si no están asociadas la forma y la esencia. Si siembras una semilla sin su vaina, no crecerá, siémbrala con su vaina y llegarás a ver un gran árbol”. Y como todo artesano sabe, es la arcilla misma la que determina las formas que se pueden crear.

Somos mujeres de una sociedad que desea tomar decisiones a través de la razón y elegirlas y relacionarlas a una historia, cultura, religión y sociedad que ha recibido el espíritu y orígenes del Islam. Una mujer de esta sociedad quiere ser ella misma, quiere construirse a sí misma, “ella misma”. Quiere renacer. En este re-nacimiento ella quiere ser su propia partera. No quiere ni ser un producto de su herencia ni tener una fachada superficial, no debe permanecer desatenta ni indiferente al Islam.

Por otra parte, la creación de supersticiones y la difusión de ignorantes creencias atrasadas como tradiciones familiares, los defectuosos sistemas de orden heredados junto con la servidumbre, la tradición del “poder del padre” en la comunidad, la carencia de psicología, todo esto se entrelazó como una tela de araña. Y es esta misma tela de araña la que empobrece a la mujer. Se la conoce como “alguien que está tras la cortina”. Todo esto sucede en el nombre del Islam, en el nombre de la religión, en el nombre de la tradición, y lo peor de todo, en el nombre de la “semejanza con Fátima (P.)”.

Se lo explica en términos de castidad y por la necesidad de criar a sus hijos. No sé cómo una persona que es por sí misma “incompleta” e “inútil”, a la que falta una parte de su cerebro y se le excluye de la educación, de la disciplina, del pensamiento, de la cultura, de la civilización y de los modos sociales podría merecer ser el sostén de la generación de mañana. ¿Cómo podría, en esas condiciones, desarrollar el sentido de plenitud de su hijo?, acaso puede ella despertar las profundidades del espíritu dentro de las personas? ¿Cómo puede ella aprender a aceptar las complicadas ideas y sentimientos de su hijo?

Fue el Profeta Muhammad (P.B y Desc.) quien dijo: “La educación es necesaria para los musulmanes, hombres y mujeres”. Aun así, hay sociedades en las que aún perdura la concepción de que sólo el hombre puede adquirir conocimientos y desarrollarse. En medio de este pensamiento distorsionado    que se nos ha impuesto y continuará imponiéndosenos, ¿qué se puede hacer? ¿Quién es el que puede tomar la dirección?

El tiempo, la cultura, las posibilidades sociales, la nueva economía, los cambios en las relaciones sociales, nuevos pensamientos, todas estas condiciones en una sociedad islámica cambian los tipos y las tradiciones las mujeres se ven obligadas a cambiar las condiciones internas y externas porque las condiciones del pasado ya no son prácticas ni suficientes para la mujer de hoy.

Ahora que las circunstancias pueden cambiar, ahora que los nuevos pensadores y los recién despiertos de nuestra sociedad aún necesitan andar un largo camino, ¿no es lógico que los capitalistas preparen sus moldes para que tan pronto como una mujer se desprenda de su molde tradicional, ellos impongan los suyos? Le dan la forma que quieren y la sitúan para que corrompa la sociedad en lugar de ellos.

La que puede hacer algo y, para salvarnos, jugar un papel activo, no es la mujer tradicional que está dormida en su tranquilo, domesticado y antiguo molde, ni la nueva mujer que es una muñeca moderna que ha adoptado el molde del enemigo y en ese proceso se ha llenado y saturado. Más bien, la que puede elegir las nuevas características humanas, que pueda romper las privaciones de las viejas tradiciones que eran presentadas en el nombre de la religión, aunque de hecho, eran tradiciones nacionales y tribales gobernando el espíritu, los pensamientos y el comportamiento de la sociedad; una persona a la que no satisfagan los viejos consejos. Los eslóganes que vienen de fuentes dudosas no la entusiasman, Tras los prefabricados eslóganes de libertad, ella ve caras feas y temibles que actúan contra lo espiritual y que se oponen a lo humano. Ve que están en contradicción con lo espiritual, lo racional y lo humano. Que están contra las mujeres y la humana reverencia de las mujeres.

Es que la gente  sabe de dónde provienen estas directivas que se nos han impuesto.

¡¿A qué criaturas han enviado al mercado?! Criaturas sin sensibilidad, sin conocimiento, sin dolor, sin comprensión, sin responsabilidad e incluso sin sentimientos humanos. Aparentemente frescas, limpias y dignas muñecas.

¿Es a causa de ellas que “quién soy?”, “quién debo ser?” es pertinente, pues ellas no quieren permanecer encasilladas en ese patrón. No pueden rendirse a cualquier imposición sin su propia voluntad y elección jugando un papel,

Quieren un modelo.

¿Quién?

¡FATIMA (P.)!

 

 

 

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