¿Quién es Husein?

Por Sumeia Younes.-

Husein era nieto de Muhammad -el Profeta del Islam-, e hijo de ‘Ali ibn Abi Talib -el primer Imam o líder y guía espiritual y político de los musulmanes shias- y de la inmaculada Fátima Az-Zahra’ –hija del Profeta-; además, su hermano Hasan ibn Ali, fue el 2º Imam de los shias, por lo que Husein fue educado en el seno de una familia pura, noble e inmaculada, distinguida por su valentía, honor, y espiritualidad, engalanada con exaltados valores, y descendiente del Profeta Ismael, el hijo de Abraham.

Husein, que fuera llamado así por el Profeta del Islam, nació en Medina en enero de 626 d.C, y hasta los 7 años se educó junto a su abuelo. La gente sabía de la nobleza y posición elevada de Hasan y Husein por el amor y cariño que el Profeta les prodigaba y la cantidad de dichos que profería respecto a ellos, instándolos a amarlos: Todo el que los ame me ama a mí, y quienes los aborrezca, me aborrece a mí”,Husein es de mí, y yo soy de Husein”… Salman al-Farsi, un honorable Compañero del Profeta, narró que vio al Profeta alzando a Husein sobre sus rodillas, mientras lo besaba y le decía: “Tú eres un señor, hijo de un señor, y padre de señores; tú eres un Imam, hijo de un Imam, y padre de Imames. Tú eres una Prueba de Dios, hijo de una Prueba de Dios, y padre de nueve Pruebas de Dios, el noveno de los cuales será el Salvador”.

Husein, apodado también Abu ‘Abdillah, es el 3º Imam y padre de la sucesión de Imames Inmaculados de la Escuela Shi’ah, desde su hijo Ali al-Sayyad, hasta su noveno descendiente, el Mahdî, el Salvador que se manifestará al Final de los Tiempos junto a Jesús para llenar la Tierra de justicia y equidad.

Husein se levantó y suscitó una escena alucinante en el mundo de la humanidad para proteger la entidad del Islam y preservar la religión de Dios, y fue martirizado en una cruel y desigual batalla el Día de ‘Ashurá (el décimo día) del mes islámico de Muharram del año 61 de la Hégira Lunar / Octubre de 680 d.C., en la planicie de Karbalá (Irak), razón por la que pasó a ser conocido como el “Señor de los Mártires”.

El Profeta había informado sobre la semejanza que tendría el martirio de Husein en la religión islámica, con el de Juan el Bautista en la religión cristiana: en ambos casos, gente que se consideraba de sus comunidades, los martirizó y cortó sus cabezas.

Antecedentes políticos                       

En el año 1 de la hégira o emigración del Profeta Muhammad desde La Meca (622 d.C.), este estableció un gobierno islámico en la ciudad de Medina que poco a poco abarcó toda la Península Arábiga. Tras la muerte del Profeta en el año 11 H.L. / 632 d.C., surge una discrepancia histórica entre los musulmanes: los shias o seguidores de ‘Ali afirman que el Profeta hizo explícita mención de que ‘Ali debía ser su sucesor político y espiritual inmediato, mientras que otro grupo alega que el Profeta no nombró un sucesor, delegando su elección a la gente. Es así que, paralelamente al liderazgo de los Imames Inmaculados a quienes seguían los shias, surge un Califato oficial liderado por Compañeros del Profeta: Abu Bakr (632-634), ‘Umar ibn al-Jattab (634-644), ‘Uzman ibn ‘Affan (644-656) y ‘Ali ibn Abi Talib (656-661), quienes pasarían a ser conocidos como “los Califas correctamente guiados”.

Durante el Califato de ‘Ali, Husein estuvo siempre apoyando a su padre, quien gobernó con justicia, vivió pura y sencillamente, no anheló nada ni a nadie sino a Dios, y se esforzó en aras de llevar adelante los objetivos islámicos y proteger la pura religión de Dios. Tras el martirio de ‘Ali, lo sucede, por designación divina, su hijo Hasan ibn Ali, a quien la gente le jura fidelidad, pero Mu‘awiiah ibn Abi Sufian -que pertenecía al clan de los Omeyas y gobernaba la región de Sham (Siria) desde épocas del Califa ‘Umar, quien lo había designado para ese cargo- le declara una guerra al Imam Hasan, y este se ve obligado a aceptar un Pacto de Paz con Mu‘âwîiah y dejar el gobierno -no el liderazgo político y espiritual y sucesión del Profeta-, con la condición de que actuara de acuerdo al Libro de Dios, a la Tradición del Profeta y al método de los Califas rectos.

En el año 661 d.C., Mu’awiiah se apodera del Califato islámico, convirtiéndolo en el Califato de la Dinastía Omeya, un sistema monárquico hereditario en el que el aspecto religioso del califato cedería su lugar al aspecto mundanal, en oposición a la esencia del Islam genuino, que había llegado para liberar a los hombres del yugo de los gobiernos autocráticos. Mu‘awiiah presiona reciamente a la familia del Profeta y a los seguidores de ‘Ali, y continúa en el poder hasta su muerte en el año 680 d.C.

Durante los 10 años que duró el Imamato o liderazgo de Hasan ibn ‘Ali, Husein obedeció plenamente a su hermano mayor, y se adhirió también al Pacto de Paz con Mu‘awiiah, por lo que no tomó medidas en contra de este incluso tras el martirio de Hasan (670), a pesar de que veía que Mu‘awiiah había quebrantado el Pacto y estaba destruyendo las bases de la sociedad islámica y las leyes de Dios a través del poder que había adquirido.

Sin embargo, cuando Mu‘awiiah transfiere de manera hereditaria el Califato y convierte en príncipe heredero a su corrupto, despilfarrador, y vil hijo Iazid, que estaba entregado a las bebidas y a los diferentes tipos de banalidades, que se había dejado seducir por el mundo haciendo público su libertinaje, y que disponía el pecado y la trasgresión como base de su accionar, esto suscitó la disconformidad y oposición de los notables de la sociedad islámica, y Husein se opuso terminantemente a aceptar a Iazid, e incluso le dirigió palabras severas a Mu’awiiah, desde que según el Pacto que había firmado, él no podía designar a un sucesor, sino que tras él el Califato debía pasar al Imam Hasan, y en caso de no estar él con vida, al Imam Husein.

Mu‘awiiah no insistió en que Husein le jurara lealtad a Iazid, e incluso le advirtió a su hijo que no se enfrentara con Husein. Por su parte, el Imam, al igual que su hermano, no veía conveniente levantarse en contra de Mu‘awiiah, así que mientras este estuvo con vida, se limitó a censurar su accionar, eligiendo el camino de la paciencia en tanto daba a la gente esperanzas de que en un futuro cercano tomaría medidas efectivas.

Husein y su levantamiento de ‘Ashura’

Tras la muerte de Mu‘awiiah, Iazid se hizo del poder, y para afianzar su gobierno ilegítimo y tirano, le escribió al gobernador de Medina, ordenándole que tomara de Husein un pacto de lealtad a Iazid, y que en caso de que se opusiera, lo matara y le enviara su cabeza. El gobernador le informó de esto a Husein, pero él se negó a jurarle lealtad, y diría: “¡Ciertamente que somos de Dios y a Él retornaremos, y habrá que despedirse del Islam si es que la comunidad es afligida con un pastor como Iazid!”.

Husein sabía que si permanecía en Medina lo matarían, sin que su muerte allí beneficiara al Islam, por lo que partió hacia La Meca (680) junto a sus hermanos, sobrinos y seguidores. La noticia de su llegada a La Meca y su negación de jurarle lealtad a Iazid se difundió por todas partes, e incluso llegó hasta Kufa (Irak), ciudad que había sido la capital de gobierno de su padre. La gente de Kufa le escribió hasta doce mil misivas invitando a Husein que fuera hacia ellos y se hiciera cargo de sus asuntos, ya que no podían seguir soportando el gobierno omeya. Ante esta invitación, Husein envió a su primo Muslim ibn ‘Aqil hacia Kufa para que analizara la situación y le informara al respecto. Muslim llegó a Kufa y se encontró con una gran y cálida acogida. Miles de personas le juraron lealtad a Muslim como representante del Imam, por lo que este le escribió una misiva a Husein y lo instó a dirigirse allí de inmediato.

A pesar de que Husein sabía de la deslealtad de los kufíes en épocas de los gobiernos de su padre y hermano, y que no podía confiar en sus palabras, aún así, decidió dirigirse a Kufa en aras de cumplir con la orden divina. Permaneció en La Meca unos cuatro meses, hasta el día 8 del mes de Dhul Hiyyah del año 60 H.L., y ese día partió junto a su familia y sus compañeros hacia Irak, y de esta manera, transmitió este mensaje a los musulmanes del mundo: que el hijo del Profeta no reconocía a Iazid ni le juraba lealtad, sino que se rebelaba en su contra y se desentendía de los Omeyas y de todo gobierno semejante, aunque este enarbole el nombre del Islam.

Iazid, que se enteró que los kufíes le habían jurado lealtad a Husein, envió hacia allí a ‘Ubaidullah Ibn Ziad, uno de sus más infames colaboradores. Ibn Ziad se aprovechó de la débil fe e hipocresía de los kufíes, y amedrentándolos, logró alejarlos de Muslim y dispersarlos, y este quedó luchando solo con los oficiales de Ibn Ziad. Tras una valiente e intrépida lucha, Muslim fue martirizado. Ibn Ziad logró instigar a los kufíes en contra del Imam, al punto que un grupo de entre aquellos mismos que le habían escrito misivas invitándolo a Kufa, tomaron sus armas y quedaron a la espera de que el Imam Husein llegara para matarlo. Solo unos cuantos huyeron y se unieron luego a Husein.

Desde que Husein salió de Medina hasta el momento de su martirio, ya sea indirecta o explícitamente, reiteradamente anunció: “Ciertamente que no me rebelo por arrogante, ni petulante, ni corruptor, ni opresor, sino que me rebelo procurando enmendar la comunidad de mi abuelo -las bendiciones y la paz sean con él y su familia-. Deseo ordenar lo bueno y prohibir lo malo, y conducirme según el proceder de mi abuelo y de mi padre Ali ibn Abi Ṭalib”.

El Profeta del Islam, ‘Alî y Hasan ibn ‘Ali, muchas veces habían vaticinado el martirio de Husein, e incluso él mismo, con su conocimiento de lo oculto, sabía que este viaje lo conduciría al martirio… Pero él no era alguien que diera valor a su cuerpo ante la orden divina. Sí. Todos sabían en qué culminaría ese viaje, razón por la que algunos de sus allegados intentaron desalentarlo de marcharse, olvidando que el Imam y sucesor del Profeta era más consciente de su deber que los demás, y que jamás renunciaría a lo que Dios le había encomendado. Es así que Husein continuó su camino, y nada pudo hacerlo desistir.

En medio del camino, Husein se enteró que Muslim había sido martirizado, por lo que dijo a quienes lo acompañaban que si lo deseaban podían separarse de su caravana y que él no se los reprocharía; sin embargo, solo aquellos que se habían unido a la caravana en medio del camino en procura de botines, se dispersaron, y el Imam quedó solo con su familia y sus compañeros leales y devotos que estaban dispuestos a sacrificarlo todo para hacer triunfar la verdad sobre la falsedad.

Más adelante, unos jinetes bajo el mando de Hurr, quien se había dirigido allí como comandante de mil combatientes para enfrentar al Imam, detuvieron la caravana y la desviaron hacia Karbalá, donde acamparon el día 2 de Muharram a orillas del Éufrates.

Desde el día 3 del mes de Muharram más soldados enemigos comenzaron a ingresar en la zona, hasta que su número llegó a los treinta mil. El día 7 del mes de Muharram llegó la orden de Ibn Ziad de ocupar el cauce del río Éufrates y cortar el acceso al agua para impedir que la caravana de Husein obtuviera siquiera una sola gota de agua en aquel ardiente desierto.

En la mañana del 10 de Muharram, Husein desplegó su ejército de 72 soldados. Con sus palabras de guía, se esforzó por espabilar a los combatientes enemigos por medio de recordarles su posición, por si acaso no sabían de la magnitud de la tragedia que estaba a punto de ocurrir, y para salvarlos de la adversidad en este mundo y el otro, pero esos viles, reconociendo que conocían su posición y rango, le respondieron que, o se sometía a la orden de Ibn Ziad, o lucharían con él.

La batalla comenzó. Primero fueron los compañeros del Imam los que se dirigieron al campo de batalla, y tras luchar, fueron martirizados, incluso Hurr, que arrepentido por haberle impedido continuar su camino, había pedido permiso a Husein para luchar de su lado. Luego, los jóvenes de la familia del Imam, de uno en uno, enfrentaron al enemigo, y todos bebieron de la copa del martirio, incluso un bebé de pecho, hijo de Husein, al que lanzaron una flecha como respuesta al Imam que les pedía que dieran agua al niño. Por último, Husein, que había quedado completamente solo en el campo de batalla, alcanzó el martirio en el culmen de la opresión y el desamparo, y cortaron su cabeza. Todos murieron sedientos.

La batalla llegó a su fin, y el ejército de Ibn Ziad usurpó sus pertenencias e incendió las tiendas donde se encontraban las mujeres y niños de la familia de Husein, tomándolos como prisioneros. Luego, llevaron a la caravana de cautivos y a las cabezas de Husein y de los mártires sobre las lanzas, primero a Kufa, y luego a Sham, a la corte de Iazid. Tres días después, tras abandonar Ibn Sa‘d y su ejército el lugar, el clan de Bani Asad, de la aldea de Gadariiah, sepultó allí mismo los cuerpos de Husein y los mártires, donde hasta hoy, tras casi mil cuatrocientos años, flamea el estandarte de Husein en su santuario.

Por donde era llevada, e incluso en la corte de Iazid en Sham, la familia de Husein, especialmente su hermana Zeinab, y ‘Ali al-Sayyad, el hijo de Husein y 4º Imam de los shias, disertaron para las gentes en las calles, en los bazares de Kufa, a lo largo del camino, y ante la corte de Iazid en Sham, transmitiendo así el mensaje eterno de ‘Ashurá sin mostrarse jamás como un grupo derrotado. Ellos, al igual que el Imam Husein, no consideraron que el objetivo era que Husein sobreviviera y se hiciera cargo del Califato, o de últimas, que sobreviviera y continuara su vida en algún ángulo de la tierra. Ellos no consideraron que ahora que Husein había muerto, ya todo había acabado. No. Ellos continuaron con ese mismo propósito huseiní. La muerte de Husein para ellos significó el comienzo de todo, y sus discursos despertaron a los musulmanes, haciéndolos conscientes de la magnitud de lo que había sucedido.

La mayor equivocación del aparato omeya fue mantener cautiva a la familia de Husein. Si no lo hubieran hecho, quizás habrían podido borrar de la historia el suceso de Karbalá, pero dieron la oportunidad a la Gente de la Casa del Profeta de dejar grabada y registrada esta epopeya por siempre. Jamás se imaginaron que un grupo de mujeres y niños que habían presenciado tal masacre, tendrían las fuerzas para dejar al descubierto el cruel rostro de los omeyas y revivir el Islam. Es así que, poco a poco, la tragedia de Karbalá se convirtió en el emblema de la brutalidad de los omeyas e inspiró los movimientos shiítas posteriores.

Se necesita una mirada profunda para comprender todas las dimensiones e implicancias de este fructífero martirio y el misterio de cómo la sangre triunfó por sobre la espada.

Sin duda, Husein no fue un rebelde caprichoso que sacrificó su vida y la de los suyos por anhelos personales. Su levantamiento fue de reforma, en rechazo de la falsedad, la cual, aprovechándose del poder del Islam, estaba propagando una extrema corrupción y decadencia, encontrándose el puro Islam en peligro de desaparecer. Esta era una misión que le había sido encomendada por Dios, aún al precio de ser martirizados él, sus compañeros e hijos, y ser tomada cautiva su familia.

Desde aquel día hasta hoy, alentados por los Imames Inmaculados de la descendencia de Husein, sus seguidores, y todos aquellos que valoran la dignidad humana, conmemoran cada año el aniversario del levantamiento y martirio de Husein, y los cuarenta días posteriores, visitando su sepulcro, cubriéndose de negro en señal de luto, y realizando reuniones de duelo donde derraman lágrimas, entonan cánticos y se lamentan por las desgracias de esos nobles mártires y sus familias. Es así como mantuvieron vivo el mensaje de Karbalá y el puro Islam.

Cada año, los santuarios del Imam Husein y de aquellos mártires cuya sangre fue derramada en la ardiente arena de la planicie de Karbala -por lo que cada uno de ellos se volvió una estrella fulgurante en el horizonte del Islam-, son visitados por millones de hombres, mujeres y niños de todas partes del mundo.

Las ceremonias de duelo y visitas al Santuario de Husein, que incluso son realizadas a pie en una caminata de unos 100 km, son una escuela grandiosa que enseña al mundo una lección de fe y buen accionar en todos los ámbitos de la vida, de oponerse al mal, a la corrupción y a la tiranía, de búsqueda de la justicia social, de ayuda al prójimo, de cultivar los valores humanos, y de liberar nuestro corazón de todo lo que no sea Dios… Con el correr de los siglos el slogan de “todos los días son ‘Ashura’ y todas las tierras son Karbalá” se fue expandiendo por todo el mundo, impidiendo que el propósito sagrado de Husein fuera olvidado… y como lo predijo el Profeta: “Ciertamente que por la muerte de Husein habrá un ardor en el corazón de los creyentes que no se enfriará jamás”.

La paz fue con Husein el día en que nació, el día en que fue martirizado, y lo será el día en que sea resucitado…

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