Virtudes morales del Imam As-Saÿÿâd (a.s.)

Traducción del árabe:
Feisal Morhell

No hay en la historia quien se asemeje al Imam Zain Al-‘Âbidîn en sus bellas virtudes y elevación personal, salvo sus padres quienes iluminaron la existencia mediante sus cualidades, su genialidad y profunda fe en Dios, Glorificado Sea.

Este gran Imam es un modelo inigualable en la historia de la humanidad, a causa de los valores altruistas y atributos virtuosos que poseía, los cuales se elevaron hasta los más sublimes niveles de perfección. Entre los mismos se encuentran los siguientes:

Sus más elevadas virtudes

1- Su tolerancia

La tolerancia es uno de los más elevados atributos con los que se distingue el ser humano, y el Imam As-Saÿÿâd (a.s.) se contaba entre las personas más tolerantes y que más contenían su enfado. Los narradores han mencionado muestras de su tolerancia; entre éstas:

1. Él tenía una sierva que le vertía el agua cuando quería hacer la ablución para el rezo, y cierta vez, por accidente, se le soltó la jarra de las manos y cayó sobre su noble rostro, lo cual le provocó una herida abierta. Inmediatamente ella dijo:

Dice Dios, Majestuoso e Imponente: «Y los que contienen su ira».

El Imam seguidamente le respondió con amabilidad: “He contenido mi ira”.

La sierva anheló una mayor indulgencia y muestra de nobleza de parte del Imam (a.s.), por lo que procuró más de su favor diciendo:

«…Y los que perdonan a la gente».

El Imam le contestó con amabilidad:

“Dios te ha perdonado”.

La sierva aspiró al favor y amabilidad del Imam (a.s.) y dijo:

«Y Dios ama a los bienhechores».1

El Imam procedió con ella con mayor benevolencia diciendo:

“¡Vete! ¡Eres libre!”.2

2. Entre las muestras de su tolerancia está lo siguiente: un individuo de entre los más viles de la sociedad profirió maldiciones e insultos al Imam (a.s.) sin motivo alguno, y el Imam le respondió con benevolencia:

“¡Oh joven! Tenemos por delante una cuesta empinada; si es que llego a atravesarla entonces ya no me importará lo que dices, y si quedo desconcertado en la misma entonces seré peor de lo que dices”.

De esta manera, el Imam no se molestó por la grosería de esa persona carente de moral y educación.

3. Otra muestra de su gran tolerancia es que cierta vez salió de la mezquita y una persona se apresuró a insultarle. Los presentes quisieron escarmentarle pero el Imam (a.s.) se los impidió y se dirigió hacia el hombre, y con una sonrisa rebosante le dijo:

“Lo que Dios ha cubierto de ti es mayor. ¿Acaso necesitas algo para que te ayudemos?”.

El hombre se avergonzó y deseó que lo tragase la tierra. El Imam se compadeció de él y le colocó la túnica negra que traía puesta y además ordenó que se le dieran mil dírhams. Tras esto el hombre se encaminó, y cada vez que veía al Imam (a.s.) le honraba y enaltecía diciendo: “Ciertamente que eres de los hijos de los profetas”.3

4. Entre las muestras de su tolerancia está que una persona le agravió y el Imam (a.s.) volvió su rostro, pero el infame se dirigió a él diciéndole: “¡Es a ti a quien me refiero!”.

Y el Imam (a.s.) inmediatamente le respondió: “Y es de ti que yo me aparto”.

De esta manera, el Imam (a.s.) se marchó sin corresponderle del mismo modo,4 anteponiendo las palabras del Altísimo que expresan: «Y apártate de los ignorantes».5

5. Muestra de su elevada tolerancia es que una persona le insultó, pero él (a.s.) le dijo:

“Si es que somos como dices, entonces pedimos perdón a Dios; y si no somos como dices, que Dios te perdone a ti”.

El hombre se sintió consternado y comenzó a pedir perdón al Imam diciendo:

“¡Que yo sea sacrificado por ti! No es cierto lo que dije. ¡Perdóname!”.

El Imam (a.s.) fue amable con él y le dirigió apacibles palabras y se comportó con una exaltada moral, de manera que conquistó su corazón y pensamientos completamente, el hombre le pidió perdón y empezó a decir:

“Dios bien sabe donde dispone Su Mensaje, entre quienes le place”.6

Éstas fueron algunas muestras de su gran tolerancia que narraron los historiadores y las cuales ponen de manifiesto capacidades ilimitadas en las virtudes en él plasmadas.

2- Su benevolencia para con la gente

Entre las elevadas pautas de moral del Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.) está su benevolencia para con la gente. Su noble corazón desbordaba misericordia y afecto por las personas. Muestra de su gran benevolencia era que si sabía que alguien tenía una deuda y que esa persona tenía afecto por él, se apresuraba a saldarle la deuda.7

Entre sus elevadas pautas de moral está que tomaba la iniciativa de satisfacer las necesidades de la gente por temor a que alguien más lo hiciera y se viera privado de la recompensa de ello. Cierta vez dijo:

“Si es que mi enemigo viene a verme con alguna necesidad me apresuro a satisfacérsela por temor a que alguien se me adelante, o bien, a que se libere de esa necesidad y yo pierda la oportunidad de alcanzar esa virtud”.8

Narró Az-Zuhrî lo siguiente: Me encontraba con ‘Alî Ibn Al-Husain cuando llegó uno de sus compañeros y le dijo:

“Tengo una deuda de cuatrocientos dinares y no puedo saldarla, y tengo familia a quien sustentar”.

Pero el Imam (a.s.) no tenía ninguna riqueza para asistirle por lo que lloró y dijo:

“¡Qué desdicha o adversidad puede ser más grande para un creyente libre que ver a su hermano creyente en estado de pobreza y no poder cubrir su necesidad!”.9

Así es, la benevolencia era una cualidad intrínseca de este gran Imam quien no tenía parangón, a excepción de sus grandes padres quienes fueron creados para la virtud, la benevolencia y ser caritativos con la gente.

1. Su benevolencia para con sus enemigos

Entre las muestras de su gran benevolencia y elevación personal incluso en relación con sus enemigos, está lo sucedido con Ismâ‘îl Ibn Hishâm Al-Majzûmî, quien fue gobernador de Medina y sentía un intenso rencor y hostilidad por la familia del Profeta (s.a.w.). Solía ser muy agresivo con el Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.), en tanto insultaba públicamente a Amîr Al-Mu’minîn ‘Alî (a.s.) desde los púlpitos como forma de lograr mayor proximidad hacia sus patrones los Omeyas. Cuando Al-Walîd Ibn ‘Abdul Mâlik asumió el Califato, procedió a destituirle a causa de diferencias que había entre ambos desde antes que asumiera el Califato, y por eso mismo ordenó que se le detuviera ante la gente para que resarciera sus derechos infringidos. Ismâ‘îl temió como más se puede temer del Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.) a causa de la cantidad de veces que le había agraviado y faltado a sus derechos, por lo que dijo:

“No temo más que de ‘Alî Ibn Al-Husain, puesto que es una persona virtuosa cuyas palabras con relación a mí serán escuchadas”.

¡Pero observad la sublimidad del Imam! Se apresuró hacia él con una rebosante sonrisa y le ofreció ocuparse de lo que necesitara por la situación adversa que atravesaba, diciendo:

“¡Oh primo! Que Dios perdone tus faltas. En verdad que me desagrada lo que se ha hecho contigo. Pídenos lo que desees”.

Ismâ‘îl Ibn Hishâm quedó consternado y comenzó a decir:

“Dios bien sabe dónde dispone Su Mensaje entre quienes le place”.10

¿Observáis esa moral que refleja aquella de los profetas que construyeron el mundo mediante sus virtudes?

2. Su súplica para sus enemigos

Observa cómo este gran Imam suplicaba por sus enemigos que le habían oprimido y transgredido sus derechos. Decía:

“¡Dios mío! A cualquier siervo que haya tomado de mí lo que le has prohibido, que me haya menoscabado habiéndoselo Tú vedado y que haya muerto cargando injusticias en mi contra o las hubiera realizado y se encontrara con vida, ¡perdónale los errores que cometió en mi contra, y sé indulgente con él por lo que dejó de hacer por mí. Y no le detengas por lo que perpetró en mi contra, ni le pongas al descubierto por lo que haya tomado de mí, sino que dispón el perdón que le he dispensado y la limosna que le he otorgado como la más pura de las limosnas de los dadivosos y como el más elevado de los medios de unión de los próximos a Ti. Por mi perdón a ellos dispénsame Tu perdón, y por mi súplica por ellos, Tu misericordia, de manera que cada uno de nosotros tenga la dicha de Tu favor y cada uno de nosotros alcance el triunfo por Tu gracia”.11

En lo concerniente a la benevolencia, este Imam fue modelo sin parangón en la historia de la humanidad -a excepción de sus padres- puesto que era un mundo de nobleza y elevación personal a un punto que no se puede describir y para lo cual faltan las palabras.

3. Satisfacer las necesidades de la gente

Otra manifestación de las cualidades y atributos del Imam (a.s.) es que solía apresurarse a satisfacer las necesidades de las personas, aunque tal necesidad la tuviera quien le era el más hostil entre la gente. Los historiadores narran que un grupo de musulmanes fueron apresados por el poder gobernante, por lo que se ampararon en el Imam a quien le requirieron que intercediera por ellos frente a ‘Abdul Mâlik Ibn Marwân. Él accedió y viajó hasta Siria para resolver su asunto. Allí se encontró con el Soberano del Estado, ‘Abdul Mâlik, quien quedó admirado al ver las huellas de la prosternación en el Imam, y le dijo:

“Es manifiesto en ti tu estado de abnegación. Con anterioridad, Dios, Glorificado Sea, ya te había dispensado Su favor, pues eres parte del Mensajero de Dios (s.a.w.), de quien eres descendiente próximo y con quien posees sólidos lazos de parentesco. Tienes una gran virtud que se encuentra por sobre la gente de tu casa y tus contemporáneos. Se te otorgó virtud, conocimiento, religiosidad y piedad como no le fue concedido a nadie antes a excepción de tus ancestros”.

De este modo, recibió al Imam con amabilidad y mencionando sus virtudes y cualidades, y cuando hubo terminado de hablar, el Imam (a.s.) le dijo:

“Todo lo que mencionaste es por el favor, apoyo y asistencia de Dios, Glorificado Sea. ¿Y cómo puede agradecérsele por lo que agració? El Mensajero de Dios (s.a.w.) solía mantenerse en pie rezando hasta que sus pies se entumecían, y soportaba la sed realizando ayunos hasta que se le secaba la boca, de manera que se le dijo: “¡Oh Mensajero de Dios! «¿Acaso Dios no perdonó tus faltas pasadas y venideras?»12”, a lo que respondió: “¿Acaso no seré un siervo agradecido?”.

El Imam siguió diciendo:

“La alabanza sea para Dios por aquello con lo que nos ha favorecido y concedido. Suya es la alabanza en esta vida y en la otra. ¡Por Dios! Aunque mis miembros fueran despedazados y mis pupilas cayeran sobre mi pecho, no podría agradecer a Dios, Majestuoso e Imponente, ni una centésima parte de una sola de entre todas Sus Mercedes, las cuales no pueden llegar a enumerar aquellos que computan; es más, ni siquiera una sola de Sus mercedes podría ser correspondida a pesar de toda la alabanza de los glorificadores. ¡No, por Dios! ¿Podría ser que Dios me vea sino en un estado en el que nada me distrae de agradecerle, y de manifestar Su recuerdo en la noche y en el día, en secreto y abiertamente? Si no fuera porque mi familia, y asimismo el resto de la gente -tanto íntimos como personas en general- tienen un derecho sobre mí, el cual me cabe cumplir en la medida de lo posible y de mi capacidad, lanzaría mi vista al cielo y mi corazón hacia Dios, para luego no retornarlos hasta que Dios resuelva sobre mí. Y Él es el Mejor de los que juzgan”.

Luego el Imam (a.s.) lloró intensamente, de modo que el tirano ‘Abdul Mâlik se desmoronó frente a este gigante de la fe y la piedad, y dijo con admiración:

“¡Cuán grande es la diferencia que existe entre un siervo que procura el Más Allá y se esfuerza por ello con denuedo, y entre aquel que procura la vida mundanal por donde fuera que ésta pueda llegarle, sin que nada le corresponda en suerte en el otro mundo!”.

De esa manera, ‘Abdul Mâlik aceptó la mediación e intercesión del Imam (a.s.) por esas personas y les liberó.13

Esta narración expresa la gran importancia que daba el Imam a satisfacer las necesidades de la gente y a salvarle de las adversidades, como así también muestra la espiritualidad del Imam (a.s.) y el modo en que el tirano ‘Abdul Mâlik se sometió a su santidad y sublimidad.

3- Su generosidad

El Imam Zain Al-‘Âbidîn era el más magnánimo entre la gente y el más caritativo con los débiles y los pobres. Los narradores han transmitido numerosas muestras de su magnanimidad y generosidad, entre las que se cuentan las siguientes:

1. Con Muhammad Ibn Usâmah

Muhammad Ibn Usâmah enfermó y el Imam (a.s.) fue a visitarle, y tras unos momentos prorrumpió en llanto. El Imam le preguntó:

– “¿Qué es lo que te hace llorar?”.

– “Tengo una deuda”.

– “¿Cuánto debes?”.

– “Quince mil dinares”.

– “Yo me hago cargo”.

El Imam no se levantó de esa reunión sin antes saldar por él esa deuda,14 y de esa manera le eliminó la preocupación. Anteriormente el Imam Al-Husain (a.s.) había visitado al padre de Usâmah en su enfermedad, y éste se quejó ante él de una gran deuda de cien mil dinares que tenía, y el Imam (a.s.) se la saldó en ese mismo momento.

2. Alimentar en forma colectiva

Entre las muestras de su generosidad y magnanimidad está que daba de comer a la gente todos los días al mediodía en su casa.15

3. Sustentar a cien familias

Como parte de su desbordante generosidad está que mantenía y sostenía anónimamente a cien casas de Medina,16 en cada una de las cuales vivía un numeroso grupo de personas.

La generosidad formaba parte de su idiosincrasia y él consideraba que eso le acercaba a Dios, Glorificado Sea, por lo cual era generoso con todo lo que poseía.

4- Sus limosnas

Uno de los asuntos más amados por el Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.) era hacer que los pobres recompusieran su vida de adversidad y privación transformándola en una de holgura y prosperidad. Solía decir:

“No hay hombre que dé limosna a un indigente desposeído suplicando éste algo para él en ese momento, sin que ello le sea respondido”.17

Las siguientes son muestras de su caridad:

1. Dar en caridad su propia ropa

El Imam Zain Al-‘Abidîn (a.s.) vestía excelentes ropas en el invierno y cuando llegaba el verano las daba como limosna, o bien las vendía y daba su coste como limosna. Durante el verano solía vestir dos prendas de género egipcio, a las que daba como limosna cuando llegaba el invierno,18 y solía decir:

“Me avergonzaría ante mi Señor si comiera del coste de una vestimenta con la cual adoré a Dios”.19

2. Dar en caridad lo que más le gustaba

El Imam Zain Al-‘Âbidîn (s.a.) solía dar en caridad lo que más le gustaba.

Cuentan los narradores: Él solía dar como limosna almendras y azúcar, y cuando se le preguntó por ello, recitó las palabras del Altísimo que dicen: «No alcanzaréis la benevolencia hasta que deis en caridad lo que (más) os gusta».20

Los historiadores narraron que le gustaban las uvas y que una vez que se encontraba ayunando, al momento de cortar el ayuno su sirvienta le ofreció un racimo de uvas; en ese instante llegó un mendigo y él ordenó que se le diera ese racimo. La sirvienta envió a que le compraran más y se lo volvió a ofrecer al Imam. Otro mendigo tocó a la puerta y él ordenó que le dieran ese racimo. La sirvienta envió a que le compraran más y otra vez se lo ofreció al Imam. Un tercer mendigo tocó a la puerta y el Imam también se lo entregó.21 Con ello se asemejó a sus grandes ascendientes quienes por tres días seguidos, habiendo estado ayunando, dieron la ración de comida que tenían al indigente, al huérfano y al prisionero liberto, por lo que Dios reveló respecto a ellos la Sura “Hal Atâ” (nº 76), la cual permanecerá como una señal de su nobleza a lo largo de las épocas, hasta que la Tierra y quien se encuentre sobre ella retornen a Dios, Glorificado Sea.22

3. Dar en caridad la mitad de sus bienes

En dos oportunidades el Imam (a.s.) dividió sus bienes en dos, quedándose con una parte y dando en caridad la otra mitad a los pobres e indigentes.23

4. Dar caridad en secreto

Una de las cosas que más amaba el Imam (a.s.) era dar caridad ocultamente, por temor a que alguien de entre la gente le reconociera. De esa manera quería unir su alma y la de los desprovistos a quienes abastecía al vínculo del amor a Dios, Glorificado Sea. Él solía incentivar a que se hiciera caridad en secreto diciendo: “La misma apaga la ira del Señor”.24

Solía salir al final de la noche oscura para hacer llegar a los pobres sus obsequios y dádivas en tanto éstos no le reconocían, al punto que los pobres se acostumbraron a ello y le esperaban parados en las puertas de sus casas, y cuando le veían se comunicaban mutuamente la buena noticia, diciendo: “¡Llegó el del costal!”.25 Había una persona de entre sus familiares a quien el Imam (a.s.) solía darle dinares de manera anónima durante la noche, pero este ‘alawî decía: “‘Alî Ibn Al-Husain no se ocupa de mí”, e incluso suplicaba en su contra. El Imam (a.s.) escuchaba eso pero lo pasaba por alto. Cuando el Imam (a.s.) falleció, al dejar de recibir esas dádivas este ‘alawî supo que quien se había ocupado de él era el mismo Imam. Debido a ello, comenzó a dirigirse a su tumba a llorar y disculparse.26 Dijo Ibn ‘Â’ishah: Escuché a la gente de Medina decir: “No extrañamos la caridad en secreto hasta que murió ‘Alî Ibn Al-Husain”.27

El Imam (a.s.) era sumamente discreto en sus dádivas y limosnas, de manera que cuando le daba algo a alguien se cubría el rostro para que nadie le reconociera.28

Narró Adh-Dhahabî: Él solía dar abundante caridad en secreto,29 y ponía la comida que distribuía a los pobres en un costal que cargaba sobre su espalda, lo cual le dejó huellas en el cuerpo.30

Narró Al-Ia‘qûbî que cuando se le efectuó el baño ritual a su cuerpo tras fallecer, vieron sobre los hombros del Imam (a.s.) costras de heridas y callosidades como las de los camellos, por lo que preguntaron a su familia: “¿Qué son esas marcas?”, y dijeron: “Es por cargar los alimentos que por la noche llevaba a las casas de los pobres”.31

El Imam (a.s.) no procuraba elogio alguno ni recompensa por su caridad y benevolencia para con los pobres, y sólo anhelaba la complacencia de Dios, Glorificado Sea, y lo que le aproximaba a Él, teniendo siempre presente las palabras del Altísimo que expresan: «Aquellos que hacen caridad con sus bienes en la senda de Dios, y luego no hacen que sea seguida del hecho de echarla en cara, ni de molestias, esos tendrán su recompensa ante su Señor y no tendrán temor, ni se atribularán».32

Narró Az-Zuhrî: Vi a ‘Alî Ibn Al-Husain (a.s.) en una fría noche cargando harina sobre sus hombros y le pregunté:

– “¡Oh hijo del Mensajero de Dios! ¿Qué es eso?”.

El Imam respondió en voz baja:

– “Estoy preparándome para un viaje y estoy disponiendo las provisiones que cargo en un lugar inexpugnable”.

Az-Zuhrî no entendió lo que se propuso el Imam, por lo que se apresuró a decir:

– “Éste es mi sirviente y las puede cargar por ti”.

El Imam (a.s.) no le respondió y Az-Zuhrî le rogó que le permitiese llevárselas él mismo, pero el Imam insistió en su postura y le dijo:

– “Pero yo no puedo dejar de hacer lo que me salvaguardará en mi viaje y mejorará mi llegada adonde quiero ir. Te pido por Dios que sigas tu camino hacia donde te proponías”.

Az-Zuhrî se fue y después de unos días se encontró al Imam (a.s.), y suponiendo que él se encontraba a punto de partir a un viaje cuyos detalles no quería informarle, le dijo:

– “¡Oh hijo del Mensajero de Dios! No veo los preparativos de ese viaje que (todavía) no realizaste”.

El Imam (a.s.) le informó que el viaje que se proponía era el viaje hacia la morada de la Verdad, diciendo:

– “¡Oh Zuhrî! No es como supusiste, sino que me refería a la muerte, y es para la misma que me preparo. Ciertamente que prepararse para la muerte implica abstenerse de lo prohibido y ser generosos al hacer caridad”.33

Con su benevolencia y asistencia a los pobres el Imam (a.s.) no procuraba otra cosa más que la complacencia de Dios, Glorificado Sea.

5- Su paciencia

Otro de los rasgos característicos del Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.) fue la paciencia ante los graves sucesos con los que fue probado, a un grado tal que nadie fue afligido como este gran Imam. Las calamidades y dolorosas contingencias le circundaron desde que llegó a este mundo hasta que lo abandonó. Sufrió la pérdida de su madre al inicio de su infancia sin poder nutrirse de su ternura y cariño. Asimismo, aún siendo un niño fue testigo del martirio de su abuelo Amîr Al-Mu’minîn ‘Alî (a.s.) a manos de un perverso criminal, como lo fue ‘Abdurrahmân Ibn Mulÿam. A ello le siguió la gran desgracia de la traición del ejército de la que fue objeto el Imam Al-Hasan (a.s.), por lo que tuvo que acogerse al acuerdo de paz. Al asumir Mu‘âwîiah Ibn Abî Sufiân la dirección del gobierno y actuar despóticamente, derramando la sangre pura de quienes profesaban la lealtad a Ahl-ul Bait (a.s.), se produjo una grave crisis para los seguidores de Ahl-ul Bait (a.s.). Mu‘âwîiah les arrancaba los ojos y a muchos los arrojó en las mazmorras de las prisiones anulando sus derechos civiles. Luego asesinaría al nieto del Profeta (s.a.w.), el Imam Al-Hasan (a.s.), envenenándolo, y finalmente impondría a su hijo Iazîd como gobernante sobre los musulmanes, obteniendo para él la bai‘ah o juramento de fidelidad mediante la fuerza, a sabiendas de que era un licencioso, un corrupto, y un depravado carente de todos los valores humanos. Luego de la muerte del tirano Mu‘âwîiah, explotó la gran revolución del Señor de los Mártires y “padre de los libres”, el Imam Al-Husain (a.s.), para salvar a los musulmanes del gobierno omeya el cual se proponía destruir los valores islámicos y aniquilar las reservas de espiritualidad y los logros culturales e intelectuales que éstos habían alcanzado.

El Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.) vio a las bandas criminales del ejército de la incredulidad rodeando a su padre en el territorio de Karbalâ’, y recolectando las nobles cabezas de la Gente de la Casa del Profeta (s.a.w.) y sus nobles compañeros. Los criminales habían rodeado al Imam Al-Husain (a.s.) -ese pionero de la justicia social en el mundo del Islam- en tanto le asestaban golpes de espada y lo atravesaban con las lanzas, hasta que murió mártir, en defensa del Islam y en defensa de la dignidad de los musulmanes. Tras ello, rodearon al Imam Zain Al-‘Âbidîn siendo que se encontraba sumamente enfermo, había perdido a la gente de su casa y habían quemado su refugio y el de las señoras de la familia del Profeta (s.a.w.), despojándolas de sus mantos. Le llevaron prisionero -junto a los retoños de la familia de la Revelación- ante el bastardo, vil y criminal que era Ibn Marÿânah, quien trató al Imam (a.s.) con insultos y desprecio queriendo matarlo, pero su tía, la hija de la Señora de las Mujeres del Universo, Zainab (a.s.), le salvó. Luego el Imam fue llevado junto a las mujeres de Ahl-ul Bait (a.s.) ante otro vil como lo fue Iazîd Ibn Mu‘âwîiah, y pasó por aflicciones y desgraciados sucesos que enardecen los corazones.

Degustó las más terribles tragedias con paciencia y resignado sacrificio, delegando sus asuntos a Dios, Glorificado Sea, y estando complacido con Su designio. ¡Qué alma angelical y noble era la suya, la cual era la continuación de las almas de sus padres, quienes ofrendaron sus vidas a Dios, Glorificado Sea, se sacrificaron abnegadamente al servicio del Islam, y se armaron de paciencia frente a los oscuros sucesos que padecieron. El Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.) veía a la paciencia como un botín de guerra,34 y como la cabeza de la obediencia a Dios, Glorificado Sea.35

La fuerza de la personalidad del Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.) y su resistencia ante los pasmosos sucesos, hacen que se cuente entre las personalidades más excepcionales a lo largo de la historia.

6- Su dignidad y su rechazo a la opresión

Entre las elevadas pautas de moral del Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.) se cuentan la dignidad y el rechazo a la opresión, habiendo heredado esas características sin iguales de su padre, el señor de los que rechazaron la opresión, quien marchó hacia la muerte con grandeza y orgullo en pro de su honor y dignidad. Él fue quien había dicho a las huestes criminales de Iazîd:

“¡Por Dios! Que no extenderé mi mano hacia vosotros como lo hace un humillado, ni os reconoceré como lo hace un esclavo”.

También dijo: “No veo en la muerte sino felicidad, y en el hecho de vivir junto a los opresores sino hastío”.

Esa característica tomó cuerpo en su hijo el Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.), quien dijo:

“El mundo parece insignificante para aquél que considera digna su propia alma”.36

También dijo:

“No me gustaría expresar algún gemido, y para evitarlo entregaría bienes abundantes”.37

Cuando fue llevado como prisionero a Siria, no requirió nada de los guardias a quienes se les encomendó vigilarlo, como así tampoco habló a ninguno de ellos, como forma de preservar su orgullo y de menospreciarles y desdeñarles.

Entre las muestras de su elevada moral está que uno de sus tíos le despojó injustamente de algunos de sus derechos mientras él se encontraba en La Meca. En ese entonces Al-Walîd, quien era el Califa gobernante, había llegado para las ceremonias de la Peregrinación. Se le dijo al Imam: “Si se lo pidieras a Al-Walîd, te restituiría tu derecho”. Él respondió con las siguientes palabras, las cuales conforman una frase eterna en el mundo de la honorabilidad:

“¿Acaso en el Santuario de Dios, Majestuoso e Imponente, pediré de otro fuera de Dios, Majestuoso e Imponente? Yo me avergüenzo de pedir algo del mundo a Quien lo creó, ¿cómo lo pediré entonces de otra criatura como yo?”38

Entre las muestras de su grandeza y orgullo está que nunca se valió de su proximidad al Mensajero de Dios (s.a.w.) para beneficiarse ni de un solo dírham,39 puesto que rechazaba todo aquello que se contradecía con su sublime personalidad.

7- Su valentía

Entre sus peculiaridades se encuentra la valentía, puesto que se contaba entre los más valientes de la gente y a la vez era el de más sangre fría. Entre las muestras de su excepcional valentía está que cuando fue llevado como prisionero ante el criminal Ibn Marÿânah, no le prestó atención y no se sometió a su orden. El tirano le enfrentó con palabras de regodeo, pero el Imam (a.s.) le respondió con encendidas palabras que para el despreciable tirano fueron peor que el golpe de las espadas, por lo que se encolerizó de rabia y ordenó a sus esbirros que le mataran. Sin embargo, el Imam (a.s.) no se atemorizó y le dijo con total serenidad:

“¿Acaso no sabes que ser matados es una costumbre para nosotros y que nuestra dignidad es el martirio?”

La hija de la Profecía, Zainab –la paz sea con ella- acudió presurosa para salvarle de ese criminal, de manera que si no fuera por ella se habría truncado la descendencia de Al-Husain (a.s.).

Entre sus muestras de valentía está que cuando fue llevado prisionero ante Iazîd Ibn Mu‘âwîiah -el Cosroes de los árabes-, el Imam (a.s.) le enfrentó con bravura, y le recriminó el gran crimen que perpetró al exterminar a la descendencia del Mensajero de Dios (s.a.w.). Habló en la corte omeya dando su histórica disertación que despertó a las masas y dejó en evidencia a Iazîd, lo que le aparejaría que, tras un corto tiempo, de su trono se bajara a la tumba.

El Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.) heredó la valentía de su abuelo el Imam Amîr Al-Mu’minîn y de su padre el Imam Al-Husain -con ambos sea la paz-, que fueron de entre los más valientes que Dios haya creado, de manera que en el mundo del Islam no había quien se les igualara en heroísmo, bravura, poder de decisión y firmeza en defensa de la Verdad.40

8- Estar exento de egoísmo

Entre las elevadas pautas de moral del Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.) se encuentra el hecho de que estaba completamente exento de egoísmo, del cual no había vestigios en su carácter ni le regía en absoluto. Entre las muestras de ello está que cuando quería viajar lo hacía con algún grupo de gente que no le conociera para de esa manera poder servirles sin que le sirvieran a él. Cierta vez viajó con un grupo que no le conocía, y mientras él se encontraba sirviéndoles le vio una persona que le reconoció, por lo que alzó su voz diciendo:

– “¡Pobre de vosotros! ¿Acaso no sabéis quien es éste?”

– “No le conocemos”.

– “¡Éste es ‘Alî Ibn Al-Husain, el Remanente de Dios en la Tierra, y Su Prueba por sobre la creación!”

La gente se apresuró hacia el Imam (a.s.) y comenzó a besarle las manos y los pies diciendo:

– “¿Acaso quieres hacernos ingresar en el Fuego del Infierno? ¿Qué te llevó a hacer eso?”

Él les respondió con una voz suave y un dulce tono:

– “Me tocó viajar con gente que me conocía y a causa del Mensajero de Dios (s.a.w.) me dispensaban lo que no me merecía, por lo cual temí que me dispensarais algo similar. Es por ello que viajar de incógnito era preferible para mí”.41

¿Observáis esa elevación y perfección ilimitada que poseía el Señor de los musulmanes y el Imam de los temerosos?

Entre sus elevadas pautas de moral está que cuando caminaba por las calles y veía alguna piedra o guijarro que pudiera molestar a los transeúntes, se bajaba de su montura y lo apartaba del camino con sus propias manos.42 Asimismo, cuando marchaba sobre su mula por el camino, al toparse con quien entorpecía su marcha no decía: “Attarîq, attarîq” (¡Abran paso!), como se hacía usualmente, sino que decía: “(El camino) es común de todos, y no puedo apartar a nadie”.43

Ese carácter moral expresa las virtudes de su abuelo el Mensajero de Dios (s.a.w.), quien cambió el curso de la historia del mundo mediante su sublime moral.

9- Su desapego de lo mundano

Otra manifestación de la moral del Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.) era su desapego del mundo y su completo rechazo a sus ornamentos y fastuosidad, de manera que no le seducía la vida mundanal, ni accedía a ninguna de sus pasiones.

Los expertos en biografías son unánimes en que era el más desapegado entre la gente. Se le preguntó a Az-Zuhrî acerca del más desapegado de la gente y respondió: “‘Alî ibn Al-Husain”.44

Cierta vez vio a un mendigo sollozando por lo que le había tocado en suerte del mundo. Él (a.s.) quedó impresionado y dijo: “Aunque tuviera el mundo en la palma de la mano y luego se le cayera, no sería adecuado que llorara por ello”.45

El desapego del Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.) estaba basado en el temor a Dios, la piedad y la abstención respecto a las prohibiciones de Dios, Glorificado Sea, manteniendo la precaución en los asuntos de la religión. Así era el desapego de sus padres, quienes estuvieron exentos de todas las inclinaciones materiales y marcharon sobre la senda de la verdad.

10- Su contrición a Dios

Pero la más exponente de las virtudes morales del Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.) es su contrición a Dios, Glorificado Sea, y la consagración a Él. Se dedicó íntegramente a su obediencia a Dios del modo más sublime, por tener la plena certeza de que procurar el amparo de otro fuera de Él, Glorificado Sea, sólo acarrea la decepción y la perdición. Cierta vez pasó junto a un hombre que se encontraba sentado en el umbral de la puerta de una persona adinerada, por lo cual el Imam le dijo:

– “¿Qué te llevó a sentarte en el umbral de la puerta de esta persona derrochadora y altiva?”.

– “El infortunio” (esto es, la pobreza y la necesidad).

– “¡Levántate! Te guiaré a la puerta de Quien es mejor que el dueño de esa puerta, y a un Señor que es mejor que él”. El hombre aceptó y marchó con él hasta que llegaron a la Mezquita del Mensajero de Dios (s.a.w.); entonces le dijo:

– “Oriéntate a la qiblah, reza dos ciclos de oración, y eleva tus manos en súplica a Dios, Glorificado Sea; después bendice a tu Profeta. Luego, suplica mediante (las palabras de) las últimas aleyas de la Sura Al-Hashr (nº 59), las seis aleyas del principio de la Sura Al-Hadîd (nº 57) y las dos aleyas del comienzo de la Sura Âl ‘Imrân (nº 3). Tras ello, pídele a Dios, Altísimo y Glorificado Sea. Ciertamente que no le pedirás nada que no te conceda”.46

Es indudable que ampararse en Dios, Glorificado Sea, conforma la llave de la Salvación y el gran medio para resolver los asuntos importantes, así como refugiarse en otro fuera de Él solo es espejismo y ruina.

Su súplica para ampararse en Dios

“¡Dios mío! Si es que quieres perdonarnos, ello será por Tu favor, y si quieres castigarnos, ello será por Tu justicia. Así pues, facilítanos Tu perdón mediante Tu gracia, y líbranos de Tu castigo dejando pasar por alto (nuestros pecados), puesto que no tenemos la fortaleza para ser objeto de Tu justicia, ni habrá salvación para ninguno de nosotros sin Tu perdón. ¡Oh, el Más Rico de los ricos! ¡Henos aquí! Somos Tus siervos que se encuentran ante Ti, y yo soy el mayor de los necesitados de Ti; así pues, compensa nuestra miseria mediante Tu abundancia, y no suprimas nuestra esperanza con Tu denegación, pues harías desdichado a quien procuraba la dicha de Ti, y habrás privado a quien requería el socorro de Tu favor. En ese caso, ¿a quién nos dirigiríamos sino es hacia Ti? ¿A dónde iríamos si nos retiráramos de Tu puerta?

¡Glorificado Seas! Nosotros somos los compelidos cuyas súplicas dispusiste necesario responder; y la gente aquejada del mal cuyas molestias prometiste apartar.

Lo que más se asemeja a Tu Voluntad y el asunto que es más digno de Tu majestuosidad, es tener misericordia de quien te la requiere y socorrer a quien solicita Tu auxilio. Así pues, ten misericordia de nuestro ruego a Ti, y bríndanos suficiencia cuando nos arrojamos a nosotros mismos ante Ti.

¡Dios mío! Satanás se regocija de nosotros cuando le seguimos en desobediencia a Ti, así pues, bendice a Muhammad y a su familia, y no permitas que se regocije por nosotros luego de haberle abandonado por Ti, y haberle evitado para dirigirnos hacia Ti”.47

Esta súplica nos muestra cómo el Imam (a.s.) rogaba por el perdón y favor de Dios, Glorificado Sea, pidiéndole con humildad y sumisión que no cortase sus esperanzas, ya que con ello sería un desdichado después de haber tenido la dicha de conocerle, y le pide que le agracie con la proximidad a Él.

Su entrega a Dios

El Imam (a.s.) estaba entregado a Dios, Glorificado Sea, por completo, puesto que tenía certeza de que las fuentes del beneficio y poder solamente se encuentran en Sus manos, Glorificado Sea, y por el hecho de que refugiarse en otro es solamente hacerlo en quien no causa ni beneficio ni perjuicio. Escuchemos la súplica del Imam (a.s.) a este respecto:

¡Dios mío! Por cierto que me he consagrado exclusivamente a Ti con total dedicación. Me he dirigido hacia Ti con todo mi ser. He desviado mi rostro respecto de quien, a su vez, también necesita de Tu auxilio. He desechado la idea de pedir a quien no puede prescindir de Tu favor; y he advertido que el que un necesitado pida a otro necesitado denota necedad en su criterio, y extravío en su intelecto.

¡Cuánta gente he visto, oh Dios mío, que requirió la grandeza a través de otro que no eras Tú, y fue humillada! ¡Ansiaron la riqueza de otro fuera de Ti y se empobrecieron! ¡Intentaron enaltecerse y fueron rebajados! Así, al observar a quienes son de esta manera, la persona resuelta, cuyo poder de reflexión le ha brindado el éxito y cuyo poder de elección le ha encaminado a la vía del acierto, actúa correctamente.

Es así que eres Tú, ¡oh mi Protector!, y no ningún otro requerido, en Quien recae mi petición; eres Tú, y no ningún otro solicitado, Quien es el Sostén de mi necesidad; y eres Tú, antes que ningún otro invocado, a quien se dirige exclusivamente mi exhortación. Nadie se te asocia al depositar mi esperanza; no hay quien comparta contigo la finalidad de mi súplica, ni quien converja contigo en ser objeto de mi invocación.

Tú posees, ¡oh Dios mío!, la unicidad en la cuantía, las dotes del poder y la eternidad, la virtud del dominio y la fuerza, la jerarquía de la sublimidad y la excelsitud. Todo lo que no sea Tú, es objeto de compasión en su vida, es avasallado en sus asuntos, subyugado por su condición, y presenta diferentes estados y atributos cambiantes.

Eres Sublime como para tener semejantes y antagónicos; eres Grandísimo como para tener símiles y pariguales. Glorificado Seas. No hay más divinidad que Tú.48

Esta lámina dorada nos habla de la magnitud de la consagración exclusiva del Imam a Dios, y de su vinculación a Él, Glorificado Sea, de manera que comparece ante Él con su espíritu y sentimientos, alejando de su persona a las criaturas, las cuales no tienen poder ni fuerza, puesto que ligar la esperanza a ellas sólo es desperdicio de vida y necedad de criterio. El Imam (a.s.) reprocha a quienes procuran la grandeza a través de otro fuera de Dios, Glorificado Sea, puesto que se humillan y empobrecen, desde que sólo Dios, Glorificado Sea, es la Existencia real, en cuyas manos se encuentran el proveer y el privar.

Su súplica sobre “las más nobles cualidades morales”

Concluimos nuestras breves palabras sobre las más elevadas virtudes morales del Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.) mediante una súplica suya acerca de las mejores virtudes morales y atributos, la cual se cuenta entre sus más destacadas súplicas. Dijo (a.s.):

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y a su familia! Haz que mi fe llegue a ser la más perfecta; haz que mi certeza sea la mejor de las certezas; haz que mi intención culmine en la mejor de las intenciones y mi acción en la mejor de las acciones.

¡Dios mío! Acrecienta mi (buena) intención mediante Tu benevolencia; confirma mi certeza en todo lo que a Ti atañe, y enmienda mediante Tu poder lo que se ha corrompido en mí.

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y a su familia! Otórgame la suficiencia en aquello cuya ocupación me distrae (de Ti), y empléame en aquello de lo cual Tú me pedirás cuentas mañana. ¡Haz que mis días se consuman en aquello por lo cual me has creado! ¡Enriquéceme y acrecienta mi sustento! Pero no me pongas a prueba con el hecho de tener una mirada (de arrogancia). ¡Engrandéceme! Pero no me aflijas con la soberbia. ¡Disponme como Tu adorador! Pero no permitas que mi adoración sea corrompida por la vanidad. ¡Haz que por mis manos fluya el bien para la gente! Pero no permitas que lo malogre echándolo en cara. ¡Otórgame las más elevadas cualidades morales! Pero presérvame de la jactancia.

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y su familia! ¡No eleves mi posición ante los hombres sin rebajarme en igual grado ante mi ego! ¡No suscites en mí una grandeza notoria sin provocar en mí una humillación interior en la misma medida!

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y su familia! ¡Provéeme con una guía apropiada, la cual yo no reemplace; un sendero de verdad, del cual no pueda desviarme; y una intención recta de la cual no tenga duda! ¡Prolonga mi vida, en tanto la misma sea empleada en obediencia a Ti; pero si es que mi vida es pastura para Satanás, entonces, llévame hacia Ti, antes de que Tu execración avance hacia mí, o se afiance Tu ira sobre mí! ¡Dios mío! ¡No dejes en mí ninguna peculiaridad que me avergüence, sin corregirla; ni defecto por el cual yo sea censurado, sin mejorarlo; ni conducta noble que se encuentre deficiente en mí, sin perfeccionarla!

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y su familia! Cambia para mí el rencor de la gente de la hostilidad en afecto; la envidia de la gente de la iniquidad en cariño; la sospecha de la gente de la rectitud en confianza; la animosidad de los cercanos en apego; el atropello de los parientes en benignidad; el abandono de los allegados en asistencia; la amistad de los aduladores en afecto verdadero; el rechazo a los intrigantes en generoso trato; y lo amargo del temor a los opresores en la dulzura de la seguridad.

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y su familia! Dispón para mí una mano (auxiliadora) contra quien me oprima; una lengua (elocuente) contra quien dispute conmigo; y una garra contra quien me sea hostil. ¡Confiéreme argucia contra quien trata de engañarme; fuerza contra quien me maltrata; refutación contra quien me injuria; y seguridad respecto a quien me amenaza! ¡Bríndame el éxito para obedecer a quien me encauza y seguir a quien me encamina!

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y a su familia! ¡Encáuzame para confrontar con el buen consejo a quien me engaña; retribuir con la amabilidad a quien me evita; ser dadivoso con quien me ha privado; corresponder a quien ha cortado su relación conmigo entablando lazos con él; actuar diferente de quien hace maledicencia de mí mediante la buena mención de él; agradecer la buena acción y pasar por alto lo malo.

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y a su familia! Engaláname con el ornamento de los probos e invísteme con el atavío de los timoratos, al diseminar la justicia, contener la ira, apagar la llama de la enemistad, congregar a la gente distanciada, reconciliar a las personas, divulgar lo bueno, ocultar los defectos, suavizar el carácter, obrar con humildad, tener una bella conducta, aplacar el orgullo, dar un trato excelente, adelantarse a realizar virtudes, ser abnegado al dispensar dádivas, abandonar el reproche, hacer el bien al que no lo merece, decir la verdad aunque fuera arduo, considerar pocas mis buenas palabras y acciones aunque fueran abundantes, (y considerar muchas mis malas palabras y acciones aunque fueran pocas). Perfecciona (todo) eso para mí mediante la continua obediencia, el apego al grupo (de la gente de la Verdad) y el rechazo a la gente de la innovación, y a aquellos que se valen de opiniones fraguadas.

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y a su familia! Dispón para mí Tu más amplia provisión para cuando envejezca, y Tu mayor fuerza para cuando desfallezca. No me aflijas con la pereza en cuanto a adorarte, ni con la ceguera respecto a Tu camino, ni con ocuparme de lo que se opone a Tu amor, ni convivir con quien se ha distanciado de Ti, ni separarme de quien se ha unido a Ti.

¡Dios mío! Haz que me abalance hacia Ti ante el aprieto, te pida ante la necesidad y te suplique ante la indigencia. No me pruebes con procurar la ayuda de otro fuera de Ti cuando me vea compelido, ni de humillarme a pedir a otro fuera de Ti cuando me empobrezca, ni de implorar a quien no seas Tú cuando me encuentre amedrentado, de manera que con ello fuera merecedor de Tu abandono, Tu denegación y Tu rechazo. ¡Oh el más Compasivo de los misericordiosos!

¡Dios mío! Dispón que el anhelo, la conjetura y la envidia que Satanás inculca en mi corazón sean un recuerdo de Tu majestuosidad, una reflexión sobre Tu poder y una prevención contra Tu enemigo. (Asimismo, dispón que) lo que él haga fluir por mi lengua (como) palabras obscenas, lenguaje indecente, injuria a la reputación, falso testimonio, maledicencia a un creyente (en su ausencia), afrenta a un (creyente que está) presente, o lo que se asemeje a ello, (sea) una expresión de alabanza a Ti, un intenso enaltecimiento a Ti, sumirse en la glorificación a Ti, agradecer Tu gracia, reconocer Tu benevolencia y enumerar Tus mercedes.

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y a su familia! ¡Que yo no sea objeto de opresión siendo que Tú tienes el poder de repelerla de mí; que yo no cometa opresión siendo que Tú tienes la fuerza para impedírmelo; que no me extravíe siendo que Tú tienes la facultad de guiarme; que no me empobrezca siendo que de Ti proviene mi abundancia; y que no me insubordine siendo que de Ti procede mi plenitud!

¡Dios mío! Acudo a Tu perdón; me propongo Tu indulgencia; anhelo Tu tolerancia y confío en Tu favor, siendo que no hay en mí lo que me acarree Tu perdón, ni en mis acciones lo que me haga merecer tu indulgencia, y luego de juzgarme a mí mismo no tengo sino Tu favor; así pues, ¡bendice a Muhammad y a su familia! ¡Y dispón Tu gracia sobre mí!

¡Dios mío! ¡Hazme hablar con buena guía, inspírame la piedad, bríndame el éxito de lograr lo que es más puro y empléame en lo que es más satisfactorio! ¡Dios mío! ¡Hazme transitar por la vía ejemplar y hazme morir y volver a la vida encontrándome en Tu religión!

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y a su familia! ¡Aprovisióname con la moderación, y disponme entre la gente bien dirigida, entre los guías hacia la rectitud y entre los siervos probos! ¡Agráciame con el triunfo en el Más Allá y la salvaguarda del acechador (Fuego del Averno)!

¡Dios mío! Llévate de mi alma lo que (al hacerlo) motivará su salvación, y mantén para mí en ella lo que la corregirá, puesto que la misma estará condenada salvo que Tú la preserves.

¡Dios mío! ¡Tú eres mi recurso cuando estoy triste, Tú eres mi amparo cuando me encuentro sujeto a privación, y de Ti requiero auxilio cuando padezco una tragedia! ¡Tienes el reemplazo de lo que se pierde, la corrección para lo que se corrompe y el cambio para lo que desapruebas! Así pues, ¡agráciame con el bienestar antes de la aflicción, con la riqueza antes de tener que requerir y con la rectitud antes del extravío! ¡Evítame el perjuicio y la molestia de los siervos! ¡Agráciame con la seguridad en el Día del Retorno y concédeme el estar bien encaminado!

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y a su familia! ¡Aparta de mí (las vicisitudes) con Tu benevolencia, nútreme con Tu merced, corrígeme con Tu magnanimidad, cúrame con Tu gracia, ampárame con Tu resguardo y abárcame con Tu complacencia! ¡Otórgame el éxito de seguir el más indicado de los asuntos cuando éstos se tornen ambiguos, a la más pura de las acciones cuando éstas se tornen confusas y a la más satisfactoria de las doctrinas cuando éstas se tornen contradictorias!

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y a su familia! ¡Coróname con la suficiencia, estampa en mí una bella lealtad, dótame de una orientación recta, no me pongas a prueba a través de la abundancia, y concédeme una hermosa calma! ¡No dispongas que mi vida se desmorone en pedazos, ni devuelvas mi súplica con rechazo, puesto que no considero que haya un opuesto a Ti, ni invoco a ningún copartícipe junto a Ti!

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y a su familia! ¡Impídeme derrochar, protege mi provisión del desperdicio, acrecienta mis posesiones mediante la bendición de las mismas, hazme atinar la vía encaminada para hacer caridad con lo que gasto!

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y a su familia! ¡Abastéceme con los medios para adquirir mis ganancias y agráciame de manera incontable, de manera que la procura (del sustento) no me distraiga de adorarte, ni deba sobrellevar la carga de las consecuencias de procurar el lucro!

¡Dios mío! ¡Concédeme mediante Tu poder lo que requiero y protégeme con Tu grandiosidad de lo que me amedrenta!

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y a su familia! ¡Mantén indemne mi honor mediante la holgura y no rebajes mi posición mediante la miseria, de manera que deba requerir el sustento de aquellos a quienes Tú sustentas, y procurar dádivas de los malvados de entre Tu creación, y así ser tentado a tener que ensalzar a quien me otorgue y ser probado con recriminar a quien me deniega, siendo que Tú, y no ellos, eres el que tiene la potestad de otorgar y denegar!

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y a su familia! ¡Agráciame con salud para adorarte, tiempo libre para actuar con desapego, conocimiento para obrar en base al mismo y piedad para actuar moderadamente!

¡Dios mío! ¡Haz que mi vida llegue a su término encontrándome bajo Tu indulgencia; haz que se verifique mi esperanza de ser objeto de Tu misericordia; facilita mis caminos para alcanzar Tu complacencia y embellece mis actos en todos mis estados!

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y a su familia! ¡Hazme reparar en Tu recuerdo en los momentos de negligencia y empléame en la obediencia a Ti en los días (que me restan) de plazo! ¡Hazme marchar por un fácil sendero hacia Tu amor y mediante el mismo concreta para mí lo mejor de este mundo y del Más Allá!

¡Dios mío! ¡Bendice a Muhammad y a su familia de la mejor manera que hayas bendecido con anterioridad a alguien de Tu creación y que bendecirás a alguien después de él! ¡Danos lo bueno en este mundo y lo bueno en el Más Allá y presérvanos con Tu misericordia del castigo del Fuego!

En esta noble súplica hay acumuladas reservas de unicidad y gnosis, pero sólo nos limitaremos a la rauda mención de la misma sin analizar sus dimensiones. Con la misma damos por terminadas las palabras acerca de las más nobles virtudes de este gran Imam (a.s.), como el cual el mundo no ha visto semejante en lo que concierne a su piedad y temor de Dios, de manera que se mereció el apodo de “el Señor de los Adoradores”.

En cuanto a sus actos de adoración, demostró en los mismos una humildad y sometimiento ante Dios indescriptibles, al punto que quedaba embelesado ante Dios, Glorificado Sea, adorándole de una manera como nunca se vio en la adoración de los timoratos, lo cual hemos mencionado en el primer tomo del libro “La vida del Imam Zain Al-‘Âbidîn”, del cual hemos extraído la mayor parte de estos temas.

  • 1.– Sura Âl ‘Imrân; 3: 134.
  • 2.– Ta’rîj Dimashq, t.36, p.155; Nihâiat al-Irb, t.21, p.326.
  • 3.– Al-Bidâiah wa an-Nihâiah, t.9, p.105.
  • 4.– Ibíd.
  • 5.– Sura al-A‘râf: 7: 199.
  • 6.– Sifat as-Safwah, t.2, p.54.
  • 7.– El Imam Zaid, de Abû Zuhrah, p.224.
  • 8.– Haiât Al-Imâm ‘Alî Ibn Al-Husain (a.s.), t.1, p.83.
  • 9.– Ibíd.
  • 10.– At-Tabaqât al-Kubrâ, de Ibn Sa‘d, t.5, p.202.
  • 11.– As-Sahîfah as-Saÿÿadîiah, súplica nº 38.
  • 12.– Sura al-Fath; 48: 2.
  • 13.– Haiât Al-Imâm ‘Alî Ibn Al-Husain (a.s.), t.1, pp.201-203.
  • 14.– Siar A‘lâm an-Nubalâ’, t.4, p.239; Ta’rîj al-Islâm, t.2, p.266.
  • 15.– Nafahât min Sîrat A’immah Ahl-il Bait (a.s.), p.182.
  • 16.– Tahdhîb al-Lugât wal-Asmâ’, p.343.
  • 17.– Wasâ’il ash-Shî‘ah, t.1, p.296.
  • 18.– Ta’rîj Dimashq, t.36, p.161.
  • 19.– Haiât Al-Imâm ‘Alî Ibn Al-Husain (a.s.), t.1, p.87.
  • 20.– Sura Âl ‘Imrân; 3: 92. Bihâr al-Anwâr, t.46, p.89.
  • 21.– Al-Mahâsin, de Al-Barqî, p.547; Furû‘ al-Kâfî, t.6, p.350.
  • 22.– Haiât Al-Imâm ‘Alî Ibn Al-Husain (a.s.), t.1, p.88.
  • 23.– Julâsah Tahdhîb al-Kamâl, p.231.
  • 24.– Tadhkirat al-Huffâdz, t.1, pp.75; Ajbâr ad-Duwal, p.110; Nihâiat al-Abb, p.21, p.326.
  • 25.– Bihâr al-Anwâr, t. 46, p.89.
  • 26.– Haiât Al-Imâm ‘Alî Ibn Al-Husain (a.s.), t.1, p.89.
  • 27.– Sifat as-Safwah, t.2, p.54; Al-Ithâf bi Hubbi-l Ashrâf, p.49.
  • 28.– Haiât Al-Imâm ‘Alî Ibn Al-Husain (a.s.), t.1, p.89.
  • 29.– Tadhkirat al-Huffâdz, t.1, p.75.
  • 30.– Haiât Al-Imâm ‘Alî Ibn Al-Husain (a.s.), t.1, p.89.
  • 31.– Ta’rîj Al-Ia‘qûbî, t.2, p.303.
  • 32.– Sura al-Baqarah; 2: 262.
  • 33.– ‘Ilal ash-Sharâ’i‘, p.88.
  • 34.– Hiliat al-Awliâ’, t.3, p.638.
  • 35.– Haiât Al-Imâm ‘Alî Ibn Al-Husain (a.s.), t.1, p.79.
  • 36.– Haiât Al-Imâm ‘Alî Ibn Al-Husain (a.s.), t.1, p.80.
  • 37.– Al-Jisâl, p.24.
  • 38.– Haiât Al-Imâm ‘Alî Ibn Al-Husain (a.s.), t.1, p.80.
  • 39.– Ibíd. P.81.
  • 40.– Haiât Al-Imâm ‘Alî Ibn Al-Husain (a.s.), t.1, p.81.
  • 41.– ‘Uiûn Ajbâr ar-Ridâ (a.s.), t.2, p.145; y con expresiones similares fue narrado en Al-Kâmil, de Al-Mubarrad, t.2, p.482.
  • 42.– Haiât Al-Imâm ‘Alî Ibn Al-Husain (a.s.), t.1, p.82.
  • 43.– Siar A‘lâm an-Nubalâ’, t.4, p.240.
  • 44.– Haiât Al-Imâm ‘Alî Ibn Al-Husain (a.s.), t.1, p.91.
  • 45.– Al-Fusûl al-Muhimmah, de Ibn Sabbâg, p.192.
  • 46.– Al-Ÿannah al-Wâqi‘ah wal-Ÿannah al-Bâqiah, de Al-Kaf‘amî, p.190 (manuscrito que se encuentra en la Biblioteca de Seîied Hakîm, nº de serie 1272).
  • 47.– As-Sahîfah as-Saÿÿâdîiah, súplica nº 10.
  • 48.– As-Sahîfah as-Saÿÿâdîiah, súplica nº 2

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